El modo en que los hispalenses atacaron en la segunda mitad sugiere una sabiduría futbolística que el Liverpool no tiene aún.
En las últimas tres semanas Pochettino, su cuerpo técnico, Harry Kane, Dele Alli y el Tottenham han entrado en un piso por encima del que estaban.
El Tottenham confiaba tanto en la estructura que los pequeños dramas de los futbolistas desaparecieron en favor de una creencia en común: se podía.
Hace cinco años la federación inglesa se gastó una millonada en una Ciudad Deportiva. Reconoció las lagunas de su fútbol y aplicó dinero e ideas para cambiar las cosas.
Pochettino les pidió a los suyos que salieran al Bernabéu a jugar como se les ha dicho desde el primer día: presionando arriba, queriendo el balón, mostrando personalidad.
Ha dejado de estar de moda meterse con Bale por su trabajo defensivo porque no deja de ayudar a su lateral y aprieta al rival cuando decide construir desde atrás.
El Chelsea jugó ante el Atlético su mejor encuentro en muchos años: entendió a todas horas lo que se necesitaba, atacó con ambición, impuso un ritmo muy alto sin perder la precisión.
Después de doce meses juntos, con nueve de los once jugadores titulares que ganó la Premier League, al Chelsea le ha costado pillar la velocidad de crucero necesaria.
Cuando el Liverpool juega a mar abierto, cuando se entrega al ataque y Anfield ruge, como pasó ayer en numerosas ocasiones, es muy difícil no enamorarse de este juego.
Al Liverpool le sobran ganas pero le faltan ingredientes para ser campeón. Encaja muchos goles y se les escapa el control de los partidos a menudo.
Tendrían que haber visto la cara de Bale cuando, recién cumplidos los 22 años, se cruzó al final de un partido con el equipo de Sky Sports...
Kroos no saldrá en el resumen del Clásico pero con su altísimo porcentaje de pases buenos y sus pocas pérdidas consiguió que el Madrid llegara al último tercio con varias posibilidades de remate.
No cabe ninguna duda de que Gareth Bale está madurando. Conocedor de sus posibilidades y también de sus límites...
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