Para contribuir a esa elegancia que debe exhibirse en el derbi, nada mejor que la presencia de uno de los iconos que la han ejemplificado: Lauridsen.
La consigna es enviar el balón arriba y robarle días al calendario, al menos mientras la clasificación y la grada lo permitan. Suerte con eso.
Dijo Valverde, con su sabiduría tranquilizadora, que el club rival se llama Espanyol de Barcelona. Así es como le conocemos todos, entre otras cosas porque nació en Barcelona.
La bronca ahora reside en cómo un Espanyol capaz de forzar que todo un Barça cerrase la eliminatoria en el córner deambula en una Liga que se pone cuesta arriba.
Espanyol y Leganés juegan un partido en el extrarradio de los poderosos que, abusando de su fuerza, contaminan el fútbol auténtico. Por cierto: ¡Justicia para El Prat!