Autoestéreo quitapon: Un símbolo de estatus en México en los 80
Lo que antes era un símbolo visible de estatus ahora ha sido reemplazado por la discreción de las tecnologías modernas.
Hoy en día, cuando se está en un auto nuevo, es casi impensable no encontrar una pantalla táctil integrada, con sistemas de navegación, Bluetooth y una conexión sin esfuerzo al teléfono celular.
Pero al retroceder a la década de 1980 en México, la historia era muy diferente. Se puede decir que los autos no venían con estos lujos. De hecho, muchos ni siquiera traían un simple radio.
Esta carencia convirtió al sistema de audio en una necesidad y, curiosamente, también en un símbolo de estatus. A lo largo de esa década, los estéreos “quitapon” se convirtieron en algo más que una medida de seguridad: representaban el estatus social, el poder adquisitivo y, en muchos casos, un reflejo de la personalidad del conductor.
La ausencia de radio y la gran demanda de sistemas de audio
En los 80, era común que los autos nuevos en México llegaran con lo mínimo indispensable. Así, el concepto de un sistema de entretenimiento integrado como el que conocemos ahora no existía. Si se quería escuchar música o el noticiero mientras se conducía, se tenía que comprar e instalar un estéreo.
Esta necesidad abrió la puerta a un mercado en auge de sistemas de audio para autos, que iban desde lo más básico hasta opciones bastante sofisticadas para la época. Tener un buen estéreo no era solo un capricho, era una cuestión de identidad.
Conforme crecía la demanda de estos equipos, también aumentaba su visibilidad. No era raro ver autos estacionados con sus flamantes estéreos a la vista, lo que los convirtió en un blanco fácil para los ladrones. De esta forma, las tasas de robos de estéreos empezaron a subir y pronto surgió una solución: los estéreos quitapon.
El nacimiento de los estéreos quitapon
Una solución a este problema fue ingeniosa, aunque un tanto incómoda. Y es que, “los estéreos quitapon” eran sistemas de audio que podían retirarse del tablero del auto, de modo que cuando se bajaba del coche, se llevaba el estéreo cargado de desde una manija para evitar el robo. Si bien la idea era principalmente de seguridad, pronto se transformó en algo más.
En lugar de ver esta práctica como una molestia o algo incómodo, los conductores comenzaron a lucir con orgullo sus pesados estéreos quita pon. Llegar a una reunión o una fiesta y bajar del coche con el estéreo bajo el brazo era casi como decir: “Mira lo que tengo”.
Tener uno de estos equipos se volvió un signo de que no solo se tenía un coche, sino que además había invertido en un buen sistema de audio, algo que no todos podían permitirse. Así que el acto de cargar con el estéreo pasó de ser una medida de seguridad a un símbolo de estatus social.
Los modelos más deseados
Aunque hoy en día sería difícil entenderlo, en ese entonces los estéreos de marcas como Kenwood, Pioneer y Alpine eran objetos de deseo. Un auto con uno de estos estéreos no solo sonaba mejor, sino que también decía mucho sobre su dueño.
Algunas personas llegaban incluso a personalizar sus sistemas de sonido, añadiendo ecualizadores y amplificadores, lo que elevaba aún más la percepción de lujo.
Pero estos equipos no eran ligeros ni prácticos. Llevar un estéreo quita pon significaba cargar con un aparato voluminoso y, en algunos casos, hasta incómodo. Sin embargo, nadie se quejaba. Al contrario, se veía como una especie de “trofeo”. No era solo la música lo que sonaba bien, pues era el prestigio que venía con tener un equipo de calidad en el coche.
El inevitable auge de los robos
Claro, este símbolo de estatus también atrajo más robos. Claro que los ladrones sabían que dentro de muchos autos, detrás de esos estéreos removibles, había verdaderas joyas de la tecnología de la época.
Aunque la idea era llevar el estéreo, no todos lo hacían todo el tiempo. A veces lo dejaban en la cajuela, debajo del asiento o, peor aún, lo olvidaban en el coche, lo que hacía que los robos siguieran ocurriendo a gran escala.
Este aumento de robos obligó a muchos conductores a volverse más cautelosos y a las marcas de estéreos a innovar en sus diseños. De ahí surgió la idea de los estéreos con carátula desmontable.
La evolución: De quitapon a carátula desmontable
Con los estéreos con carátula desmontable, en lugar de llevar todo el estéreo, se podía quitar solo la parte frontal, la “carátula”, que sin ella hacía ver al equipo como incompleto e inútil. Era mucho más ligero y fácil de transportar.
Sin embargo, algo curioso sucedió con esta evolución. Aunque el sistema de carátula desmontable era claramente más conveniente, no generaba el mismo impacto social que el estorbo del estéreo quita pon. Por su naturaleza discreta, la carátula no era un símbolo tan visible ni pesado como el antiguo equipo que los conductores solían llevar consigo. Ya no se podía presumir tanto del equipo de sonido como antes. Era como si el estatus que venía con cargar el estéreo se hubiera desvanecido junto con su volumen y peso.
El declive del autoestéreo quitapon y el cambio de estatus
Para finales de los 90 y principios de los 2000, la tendencia del estéreo quitapon comenzó a desaparecer. Por medio de los avances tecnológicos hicieron que los autos empezaran a venir con sistemas de audio ya integrados y, poco a poco, el quitar y poner estéreos se volvió innecesario.
Al igual, los sistemas de seguridad en los autos también mejoraron, reduciendo la necesidad de tener que llevar el estéreo cada vez que se dejaba el coche estacionado.
Hoy en día, recordar los estéreos quita pon es recordar una época donde las cosas eran diferentes. Era una solución simple a un problema común que terminó convirtiéndose en un símbolo de poder, estatus y, en muchos casos, de la astucia mexicana para adaptarse a las circunstancias.