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COLOR | Pachuca vs Tigres

Frankie Paletas, el paletero de los futbolistas

Frankie es un recalcitrante y fiel aficionado de los Tuzos. Mantiene una amistad cercana con varios jugadores debido a su negocio de paletas.

Pachuca
Frankie es un recalcitrante y fiel aficionado de los Tuzos. Mantiene una amistad cercana con varios jugadores debido a su negocio de paletas.
Eduardo LópezAS MÉXICO

Frankie y Jürgen Damn charlan y ríen como si se conociesen de toda la vida. Y más o menos; de hecho, su amistad se remonta cinco años atrás. Jürgen Damm adora las paletas de limón de Frankie. “Las mejores del mundo”, saborea el seleccionado mexicano de los Tigres. Frankie, de hecho, traspasa las vallas que separan a los periodistas de los jugadores, y saluda de abrazo, también, a Enner Valencia, quien le recibe gustoso una paleta helada de cajeta.

Frankie, de 50 años, camisa azul rey y ojos vivarachos, lleva más de dos décadas visitando “su casa”: el Estadio Hidalgo. Empezó a vender sus afamadas paletas dentro del recinto, recuerda, en la final por el ascenso en 1998, el 17 de mayo, frente a los Tigrillos. Los Tuzos vencieron 2-0 con goles de Marco Antonio de Almeida y Cesareo Victorino y recuperaron su sitio en la Primera División. Desde entonces, 20 años en el que sus paletas hicieron de las delicias de aficionados y futbolistas en la Bella Airosa. Hoy en día, solo acude como un seguidor más al Hidalgo, pero sus paletas ya tienen un estatus mítico.

Su catálogo de clientes predilectos es notable. Básicamente, todo futbolista que haya pisado Pachuca, a su decir. “A Miguel Calero lo conquisté con mis paletas. Después de él, muchos jugadores se han acercado y también los he conquistado. Es un orgullo para mí”, presume Frankie, propietario de la paletería oficial del Pachuca. Las favoritas de Calero eran las de coco. Las de Rodrigo Salinas, las de nuez, igual que Paul Aguilar. Cardozo opta por la nieve de limón y “El Chapo” Montes suspira por las paletas de mango y crema. Tal es la afición de Jürgen Damm que ha ofrecido a Frankie la opción de abrir una paletería, con su permiso, en Monterrey. “Lo pensaremos, es una ciudad bendita para los negocios”, sonríe.

El siguiente encargo de Frankie es enviar un lote de 200 paletas a Enner Valencia y Jürgen Damm hasta Monterrey. Por hoy, ha cumplido su cometido: lograr que André-Pierre Gignac pruebe una. De hecho, fue Damm quien convenció al francés, en principio renuente. “No pica, ¿verdad?”, temió el ariete. Frankie le extendió una paleta de vainilla. “Le encantó”, recita victorioso Frankie. Gignac se marchó con su dulce hacia el bus para abandonar el estadio y Frankie, con una sonrisa de oreja a oreja, se jacta de la expansión de su cartera de clientes. “Ahora me buscarán en Francia”.