Capitanes CDMX 79-88 Fuerza Regia
La artillería de Carlos Rivera revive a Fuerza Regia
Cinco triples sin falla del boricua, Carlos Rivera, guiaron a los regios, que empataron las finales de la LNBP a 2. La serie volverá a Monterrey.
La campeón de la LNBP se coronará en Monterrey. Fuerza Regia, en un avasallador ejercicio de resistencia, soportó las insinuaciones de remontada de Capitanes, que llegó a sufrir un déficit de 18 puntos y respiró la nuca mediado el último cuarto. Los triples de Rivera (5/5, 27 puntos y 34 de valoración, 81% de campo) oxigenaron a los regiomontanos, que llevarán la serie final de vuelta a su terruño. El drama sigue.
Capitanes acusó síntomas de “primerpartiditis”; los fantasmas de los 107 puntos en contra en Monterrey rondaron el Juan de la Barrera cuando el partido abrió. La artillería de Glynn y Rivera (dos triples en dos minutos) asestaron un golpe frontal; parcial de 0-8 que mantuvo el signo todo el primer cuarto. Rigoberto Mendoza dejó la pólvora en casa y los giros de Oglivie morían rodados sobre el aro. La canasta escupía cada esmero capitalino mientras sonreía al comando visitante: 62.5% de campo y 50% de producción en la pintura. Capitanes abdicó el primer cuarto (13.3% de campo), cuando la plegaria de Huertas se transfiguró en un triple milagro estilo Curry.
Si el primer cuarto de Capitanes reeditó el mal fario (o mal baloncesto) del primer capítulo de las Finales, el segundo periodo confirmó la tendencia. Fuerza Regia, con más cuerpo, mejor color, más filoso en las penetraciones y más certero en el tiro exterior, dictó cada segundo al compás de Rivera (16 puntos, 100% de tres, tres tablas), cuyo triple de ensueño sobre la bocina silenció al Gimnasio al grado que su alarido resonó con furia. Un vórtice polar recorrió las gradas; las estalactitas de hielo colgaron desde la techumbre. Solo el tapón de Romero al freno de Glynn y la subsecuente clavada rencorosa de Gutiérrez supieron una repentina reanimación con electroshocks.
A cada minuto, Fuerza Regia expandía el límite de las “máximas ventajas”. 14, 16, 18 puntos. Suma y sigue. Mientras Bejarano, con las manos de fuego, seguía encontrando el triple con una facilidad pasmosa, solo “Cubanazo” Romero blandió las espadas. El tesón del caribeño, un huracán en el poste bajo, recolectó una ráfaga de siete puntos mientras Capitanes se asomaba al abismo. Entre tanto, el Gimnasio Juan de la Barrera declaró la guerra a Akindele, a la puntería de Romero y al cronómetro. Entonces, el pase fantasía de Jorge Gutiérrez encontró a Romero bajo el tablero, y el mate sísmico inició una delirante persecución. Por primera vez desde mediado el primer cuarto, los capitalinos recortaron el doble dígito. Los decibeles superaron el límite del dolor hasta que Rivera sofocó el ruido con dos triples en seguidilla con efectos de vórtice polar. El último intento de “Rigo” tras el arco fue descorazonador para la “Familia Capitán”.
Pero el baloncesto es el deporte de las segundas oportunidades, casi inmediatas. Mientras Rivera (100% de efectividad hasta entonces, absurdo) y Huertas se enredaron en los cables, Romero lideró la enternecedora resistencia. Otra asistencia de museo de Gutiérrez, transición fulgurante, la depositó “El Cubanazo” con furia insondable; esa furia de arrebato y remontada imposible. Y las nuevas “ventajas mínimas” se sucedieron para Capitanes. 8, 6, 5. El “jumper” de Gutiérrez fue un bombazo, pero Toscano replicó con un tiro reflejo. La afición del Juan de la Barrera debió hallar refugio para cubrirse del fuego cruzado: Rigoberto, Rivera, Romero. El colosal triple de Huertas, escorado a la izquierda, abrió las puertas para la ventisca. El aire sopla desde la Sultana del Norte.