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MÉXICO 4-2 PARAGUAY

México se gusta y sufre en Santa Clara; Martino, invicto

La Selección gozó en la primera mitad y sesteó en la segunda, al paso de convertir un 3-0 a favor en 3-2. Chicharito marcó su gol 51° y Jonathan se estrenó como goleador.

Ciudad de México
México se gusta y sufre en Santa Clara; Martino, invicto
Thearon W. HendersonAFP

El Tri conjuró de una vez por todas Santa Clara. Por si hacía falta. La Selección triunfó en la segunda presentación de Gerardo 'Tata' Martino en una convención de Bielsismo y una confirmación de los nuevos bríos. Paraguay fue un muermo y México, un ciclón de 30 minutos y un cúmulo de esperanzas renovadas, una vez más. Hubo festejos acostumbrados (Chicharito), redenciones (Montes), y estrenos (Jonathan). Certezas y conclusiones. El (enfermizo) círculo de vida de cada cuatrienio ha nacido en Santa Clara y en San Diego.

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Mientras los emisarios del Levi's Stadium apenas habían repartido los utensilios sobre la mesa, la Selección ya había trinchado el filete. Edson Álvarez, con trazo de patente 'Rafaelmarquesina', citó a Valdez en escaramuza con Layún; en realidad, el lateral tampoco realizó un esfuerzo sobrehumano para prolongar la jugada, pues contó con la inestimable alianza del guaraní. Los optimistas argüirán que la presencia de Layún motivó el cortocircuito. Valdez acomodó la pelota, como un 'pivoteo' de Roque Santa Cruz para Cardozo, a merced de Jonathan Dos Santos, cuyo derechazo fusiló a Silva. El Tri resopló y se hinchó. Acto seguido, Chicharito descargó, Gutiérrez barrió el carril izquierdo y Gómez cerró el triángulo con una autoinmolación. Nueve minutos y Levi's Stadium ya ha conjurado cualquier espectro que aún deambule por los pasillos.

De Paraguay, hasta entonces, la única noticia era la presencia de Berizzo en la cumbre 'Leprosa' que presidieron Martino y Scoponi, a la que faltaron Pochettino y la efigie del culto a Bielsa, autor del ideario que rige a ambos cuarteles. El tiro desde el vértice izquierdo de Villalba, envenenado por Álvarez, fue un golpetazo sobre la mesa. Pero el exabrupto no trascendió. La comilona prosiguió bajo los nubarrones de Santa Clara. México saboreó la pelota con Álvarez como chef de cocina y Layún, a cargo del trinche. Y Jonathan Dos Santos, que aportó las especias y los condimentos. A Lainez, en cambio, le traicionó la lozanía y solo atinó a recoger los trozos de la vajilla que destrozó.

Sobre la cristalería rota danzó 'Jona' con zapatillas, el (único) intérprete de las filias y fobias de Martino, dada su coincidencia en Barcelona hará cinco años. Mediado el primer tiempo, Gutiérrez encontró profundidad, Jonathan dejó entrar la pelota y la acarició con pintura en el botín derecho, puntillismo de Seurat, y Hernández, sangre fría, colocó la pelota en el rincón bajo de Arias para cantar por 51° vez investido de seleccionado nacional. Gol de depredador nato. Media hora y el partido ya era cacofónico. Como vendetta al oprobio, Berizzo rompió el pacto de sangre sellado en Rosario y apuntó al rostro de Martino. Las gafas del 'Tata' se quebraron mientras ambos reían el infeliz infortunio. Las amistades son tan fuertes como un balonazo al rostro. Keylor Herrera decretó el medio tiempo al ritmo de los Red Hot Chili Peppers y Californication.

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JOHN G. MABANGLOEFE

La narración del segundo deberán leerla bajo su propio riesgo. Le advertimos. Sucedió que el partido adquirió sabor a salsa poblana. Salsa espesa, espesa, más ajonjolí que chocolate. Brizuela, sustituto del hiperactivo Lainez, buscó la línea de fondo y Gutiérrez colocó la pelota en la base del poste izquierdo de Arias. Como respuesta, Romero emuló la pincelada de 'Jona' sobre la frontal mexicana y Pérez cruzó pese a la fútil resistencia de Gudiño, pierna tímida en 'L' que dejó sin abrigó su esquina izquierda. Hasta entonces, Paraguay no era ni el fiero batallón de guerreros guarníes con el miedo en los talones y los cuchillos en los dientes, ni el autómata a alto voltaje que prometía el currículo de Berizzo. Algo de ambas aptitudes apareció cuando Almirón, la estela que perdió la MLS y ganó el Newcastle, protegido de Martino en Atlanta, clavó los tacones en la pantorrilla de Vázquez. El convite se convirtió en aquelarre. El partido enturbió mientras Almirón caminaba hacia las mazmorras y Layún y Romero recibían un castigo exiguo para los estándares de la dureza policial estadounidense. Una escaramuza sonorizada por Mötley Crue y el bajo de Nikki Sixx, célebre oriundo de San José.

El cotejo perdió rigor, interés, tensión; razón de ser, pues. México navegó con piloto automático y Paraguay, en depresión. El carnaval de modificaciones, los minutos viscosos, los regateos a sombras. En plena distensión, Sánchez comprometió el cuero en la puerta de la salida, Derlis González recogió la dádiva, pintó a Vázquez con un brochazo y guardó la pelota en un recoveco que Gudiño no conocía de su cabaña. El suspense no perduró, pues Reyes, aprendiz de la caligrafía de Edson Álvarez, saltó líneas hasta encontrar a Alexis Vega, cuyo cabezazo de prolongación, su primera intervención como seleccionado nacional, citó a Montes con Arias. Acto de ilusionismo, arquero al agua y puerta abierta de par en par. El partido acabó envuelto por la melodía de Grateful Dead: "Rhythm Devils". Y Martino tiene todo por delante. Las conclusiones de su estreno se prestan para el optimismo, claro, con varios flecos (rebeliones) por delinear. Al tiempo.