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La Décima: el Real Madrid es insaciable

La tarde-noche que debía ser para Torres e Iniesta, con sus despedidas, la acaparó el insaciable Real Madrid, que ganó su Décima en baloncesto, quizá pórtico para la Decimotercera de Kiev. Sería, en tal caso, la primera vez que consiguiera unir ambos títulos en una misma temporada. Pero eso llegará si llega. Ahora lo que hay es ese Felipe Reyes alzando el máximo título europeo de baloncesto, premio conseguido tras una temporada muy difícil. El Madrid arrancó mal por muchas lesiones, transitó con dificultad mientras se fueron recuperando los hombres dañados, pero ha alcanzado el final de temporada con un tono formidable.

Llegó a la Final Four con apuros y sin vitola de favorito, pero con determinación. Ganó bien al CSKA en la semifinal y casi mejor al Fenerbahçe en la final, jugada con una concentración máxima. Sin apenas pérdidas de balón, con un ejercicio defensivo imponente, que fue limando los nervios del rival, respaldado por una muchedumbre entusiasta, que multiplicaba por muchos dígitos la asistencia de fieles madridistas. Fue baloncesto puro, solidaridad, cabeza, acierto, tramos brillantes de determinados jugadores, entre los que cabe destacar a Causeur, por su fabuloso tercer cuarto, y a Doncic, MVP en la que, pena, habrá sido su última Euroliga.

Un grupo bien construido por Juan Carlos Sánchez, responsable de la sección, y bien dirigido por Pablo Laso con ese viejo estilo madridista de la sencillez, los jugadores por delante, la prédica del respeto a la historia, al esfuerzo, al compañero, al juego... Con una base nacional que marca la pauta, compuesta por el capitán, Felipe Reyes, Rudy Fernández, felizmente retornado de la NBA para disfrutar aquí de su deporte más de lo que lo hizo allí, y Sergio Llull, el hombre que prefirió quedarse a vivir esto en vez de intentar la aventura americana, aun a costa de perder dinero. Ellos tiran del carro, pero el carro son todos.