Con boleto en mano, al Tri le llegó la hora de la estética
México - Estados Unidos, cómo y dónde ver; horario y TV online
Con que esto es hacer los deberes a tiempo. El fútbol mexicano está ante una situación desconocida: terminar las eliminatorias sin apuro, con el lujo de ver los días pasar a sabiendas de que, por más mal que haga, nadie le podrá robar lo conseguido. Como el alumno aventajado que ha entregado, sin mayor estética, huelga decir, sus proyectos en tiempo y forma, y que dedica el resto del día a regodearse en la desesperación que inunda a sus compañeros, más desobligados, menos prolijos.
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La coyuntura es desconocida, cierto, y por ende peligrosa. Malgastar el tiempo es un deporte perfeccionado en México, aunado a creer que el tiempo ganado no es una oportunidad, sino una molestia. En contra de la Selección no solo está la aguerrida Costa Rica y el público del Estadio Nacional, sino la ausencia de tensión competitiva. La tarea de Juan Carlos Osorio y su cuerpo técnico, desde ahora y hasta el final del hexagonal, es mantener vivo el hambre, el deseo, la ilusión, siquiera ficticia, de que tras el partido espera todo, y sin la victoria, queda la nada. El partido de esta noche es el primer escenario para comprobar que el apetito del Tri es inmune a las listas 'palomeadas' y a las felicitaciones.
Por lo mismo, el resultado es una nimiedad. La materia por entregar es, ahora, el dominio de un estilo de juego, la conjunción entre líneas, la armonía y la estética, mismas que tanto abundan en la retórica de Osorio y adolecen en la práctica real. El escenario para la puesta en escena es tierra hostil pero poco peligorsa; México solo ha perdido un partido en Costa Rica en el nuevo siglo. Nos referimos, precisamente, a la hecatombe del 16 de octubre de 2013, la fecha en la que la Selección coqueteó frente a frente con su pulsión de muerte. El episodio ocupa un lugar distinguido en extenso museo de la tortura del fútbol mexicano. Pero hoy día no es más que un antecedente para enriquecer previas, así como el recuerdo de las victorias en 2005 (1-2), 2009 (0-3) y 2012 (2-0).
Un aliciente de la defenestrada selección de Osorio, vapuleada mediáticamente hasta por los estornudos de su entrenador, es recuperar el arrebato, el frenesí, y desapegarse de la academia y la experimentación. ¿Una zanahoria a perseguir? Más allá del innegociable ansia competitiva que debería caracterizar a cualquier futbolista profesional está el convertirse en la primera selección en terminar una eliminatoria completa de forma invicta desde 1965. La alineación será una declaración de intenciones, aunque la política de rotaciones estipula que Edson Álvarez y Jesús Gallardo iniciarán; como laterales, vale aclarar. La inclusión de Hirving Lozano podría obedecer tanto a aclamación popular como a decisión a conciencia; sus acompañantes en ataque son un misterio, pero ninguno será administrado por los servicios de Héctor Herrera, descartado por lesión, al igual que Dueñas y Araujo.
La Costa Rica de Keylor sí tiene un porqué más definido. Ganar significa sellar su pasaporte a Rusia. El equipo de Óscar Ramírez, puntilloso, asaltó el Red Bull Arena y llenó de dudas a Estados Unidos en la jornada previa. Con el Estadio Nacional como fortín (un gol en contra en toda la eliminatoria), Ramírez no tendrá miedo en quitar el corsé de Gamboa y Acosta y dejar a Bryan Ruíz, el azote de México en 2013, en libre albedrío. Y Keylor, al mando de la retaguardia, como santo y seña de una selección que ya vivió en Brasil 2014 el sueño dorado del fútbol mexicano: el quinto partido.
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