Jonathan, Víctor Ruiz y Pato, sonrientes ayer en Zúrich preparando la ‘final’ de hoy.WALTER BIERIEFE
BEIN SPORTS
Tras el chasco en la previa de Champions, el Villarreal recuperó la sonrisa el 27 de agosto después de ver el sorteo de la Europa League. Los rivales parecían asequibles. Sin embargo, sólo ha sido capaz de ganarle a uno, afeando su papel en LaLiga, arriesgando la clasificación para dieciseisavos y convirtiendo este viaje de placer a Zúrich en una final que marcará el futuro: centrarse en LaLiga o buscar el primer título. La fe sigue inquebranteble ya que el rival es un Segunda y valdría una victoria, si no gana el Steaua, para atar el pase (sigue el partido en directo en AS.com). Pero también se masca la tensión tras la derrota en San Mamés, donde se confirmaron las dificultades para crear y rematar y el vértigo que da coger el avión. El adversario es un hueso en su casa, donde ya tumbó al Submarino hace dos años (3-2), viene de golear en su liga (4-0 al Servette) y ya saca diez puntos a su perseguidor que le dan margen para arriesgar los jueves. Le dio incluso un susto al Villarreal en el estreno del grupo (2-1). Winter y Sarr son sus dos mayores incordios, pero a Escribá lo que le preocupa es recuperar las virtudes de su tropa.
Once fiable. Hoy, dadas las urgencias, las rotaciones serán mínimas. A la defensa no se le cuestiona: es la menos goleada en España. Los problemas vienen un peldaño más arriba, con un problema similar al que confunde al Atleti y que le obliga a recordar sus dones. Ahora hay más calidad y toque, pero menos presión y contra. Además, a los extremos les cuesta desbordar por fuera y los arietes son intermitentes. A Pato le frenó un virus. Bakambu estuvo lesionado y le está costando ser quien fue. Sansone corre últimamente más que piesa. Y Borré parece borrado. De ellos depende volver a la normalidad o ponerse a temblar.
