Qatar: el Mundial del dinero, no del fútbol
El primer Mundial que viví a conciencia fue Francia ‘98 y quedé absolutamente enganchada. Cada cuatro años esperaba llenar mi álbum, cuadrar fechas de partidos y juntarme con mis hermanos y mis amigos para vivir la magia de la Copa del Mundo. Conforme pasa el tiempo, esa ilusión se ha ido diluyendo, y no porque me haga mayor y esté más amargada, sino porque el Mundial no sabe a lo que era.
Irónicamente cada vez vivo más cercana al mundo del fútbol y la Copa del Mundo me implica y significa mucho más emocionalmente de lo que lo hacía cuando era solamente una aficionada. Ayer se clasificaron las dos selecciones restantes que faltaban para conformar la lista final de 32 que estarán en Qatar y el calendario de los partidos. Siendo muy honesta, el anuncio me fue casi indiferente, sentimiento que me parece colectivo. ¿Por qué pasa esto?
De entrada, que el Mundial se juegue en invierno altera toda la experiencia. Los calendarios se han apretado, mucho más pensando que van dos años en los que el deporte, como cualquier otra industria, ha tratado de adaptarse a las pérdidas de tiempo y dinero causadas por el COVID. Muchos futbolistas tendrán 10 días para prepararse para la máxima fiesta del fútbol; es decir, el pico de la curva de rendimiento evidentemente no llegará en Qatar.
Y más allá de la excepción que representa la próxima Copa del Mundo, el calendario de las fechas FIFA promueve un nivel muy bajo y agota el recurso de las selecciones; ya no sentimos el mismo asombro, curiosidad, orgullo al ver a las selecciones jugar. Dejó de ser especial y se convirtió en cotidiano; a nadie le gusta la monotonía, mucho menos cuando es mediocre.
¿Se está quedando obsoleto el fútbol? ¿Se tiene que consumir de forma distinta? El fútbol es un negocio, pero se ha exprimido a tal nivel que ahora parece quedarse sin jugo. Hay que priorizar el nivel sobre el dinero: tantas fechas FIFA le vienen mal a los clubes, a los jugadores, a las selecciones y al negocio como tal. Hay que lograr más con menos. Y, si hubiera una desintoxicación para el aficionado, se lograría.
El nivel deportivo está muy por debajo de lo que se vende como marketing, el público se decepciona y pierde atractivo. Solo puedo imaginarme que pasará en cuatro años, cuando el Mundial lo disputen 48 selecciones en tres países distintos. Y todo empieza en invierno del 2022, en el Mundial del dinero y no de fútbol.