El gráfico de los estilos
La vuelta de los cuartos de final de Champions abrió, como pocas veces, la discusión sobre los estilos. La visión se ha dividido en dos campos aparentemente irreconciliables: el fútbol de toque, calidad y posesión enfrentado en total oposición al fútbol que cede el balón, que defiende y espera para desdoblarse a velocidad y dar el golpe mortal.
Traducido en el lenguaje de actualidad: Guardiola vs. ‘El Cholo’. Nos gusta simplificar y personalizar las ideas para entenderlas mejor, así somos. Este debate no solo se vivió en el campo o en el análisis post-partido, también en las salas de prensa, donde ambos técnicos no solo defendieron su visión del fútbol, sino que desprestigiaron la del rival.
Personalmente me parece un debate artificial, no porque no existan, ¡claro que existen! Son los que dan variedad, expresión y encanto al fútbol. Cada entrenador, cada equipo, cada afición, piensa y se identifica con su estilo, con lo que hace a su equipo reconocible, pero es solo eso, un sello para nada indeleble en el que las circunstancias pueden jugar un papel primordial.
Todos, todos quieren, queremos ganar. Es de lo que se trata, es el gran motor. Ganar parece que lo explica todo. Cierto. Pero dicho esto, si se gana a mi manera, con mi estilo, con la identidad que hace a mi equipo reconocible, mejor que mejor. Alcanzar los objetivos permite tener razón y cuando se hace con belleza es lo supremo. La belleza, el estilo, tampoco necesita explicaciones. La razón las otorga. Pero si no se dan ambas, estilo y triunfo, a veces basta con ganar para justificarlo todo. En otras ocasiones basta con la belleza para gozarlo, a pesar de todo.
Jugar al fútbol no es fácil. Ningún estilo es fácil, ganar lo es menos aún. Si esto se entiende crecerá enseguida el respeto y reconocimiento por las maneras propias y ajenas, por el esfuerzo de hacer las cosas bien y bellas. Por hacerlo lo mejor posible de acuerdo a las circunstancias e identidad de cada uno, porque todos queremos ganar.
El Barcelona es un equipo que ha defendido su estilo de juego como parte de la identidad del club, como pilar de la formación de sus jugadores y de su marca a nivel global. Sin embargo, es evidente que ahora las condiciones han cambiado; si no se reinventan será un fútbol predecible, aburrido y, sobre todo, poco efectivo.
Eso es el gran pecado de casarse con un estilo: no es para siempre. El estilo tiene que ser tan flexible como el fútbol mismo. Tiene que adaptarse, tiene que reinventarse y, sobre todo, tiene que dar resultados. Lo demás es lo de menos. Ese es el resultado de los cuartos de la Champions. Esa debería de ser la enseñanza de estas eliminatorias que tan gráfico pintaron el panorama de los estilos.