Entre un humano y un campeón
Hace unos días se conmemoró el Día Mundial de la Salud Mental. Y muchos atletas levantaron la mano e hicieron conciencia sobre la importancia de este tema y como el deporte es una ventana fuerte para perder el equilibrio, vivir bajo presión y caer en una depresión. Esto suena sumamente contradictorio a todo lo que oímos normalmente en torno al deporte: el deporte es vida, haz deporte, vive deportivamente y un grandísimo etcétera.
Lo primero que habría que definir es, ¿qué es la salud? Y la OMS la define como el estado de completo bienestar físico, mental y social. Rory Mcllroy, golfista profesional, mencionaba que así como una lesión de rodilla, o en el codo, si no te sientes al 100% mentalmente, también es una lesión.
Pero, ¿qué está pasando? ¿por qué este tema toma fuerza e importancia en los atletas? Y la primera respuesta sería que en general la sociedad cada vez pone más atención a la salud mental, a un tema que es de todos. Cada vez son más las personas que públicamente hablan de afecciones o traumas, o depresión, o cansancio, o frustración, o simplemente de sentimientos y las personas públicas, como lo son los atletas, no son la excepción.
El caso más reciente y que tuvo un eco importante fue el de Simone Biles en Tokio. Estaba llamada a ser la reina de los Juegos en tierra nipona y por cuestiones emocionales y no sentirse lo suficientemente fuerte mentalmente, decidió retirarse de la gran mayoría de sus competencias; incluso en las que formaba parte del equipo estadounidense. Cabe mencionar, que las primeras que apoyaron la decisión de Simone fueron las propias compañeras, así sus resultados se vieran afectados al perder al integrante más fuerte del equipo, pero nadie entiende lo que haces mejor que tus colegas.
Neymar hace unos días en un documental hablaba de su posible retiro tras el mundial de Catar en 2022. Lo fuerte no es que ya piense en el retiro, sino la razón: “No sé si pueda soportar más el futbol”. Palabras de uno de los tres mejores futbolistas de la actualidad.
Un atleta de alto rendimiento vive para competir. La ilusión de llegar y de lograr, el superarse superando a otros. Pero en el deporte, como en la vida, lo difícil no es llegar, es mantenerse. Y cada deportista, como cada persona, tiene una psicología distinta ante la presión, el reto, el miedo, la obligación, el reflector. No podemos exigir a todos lo mismo, porque no todos son lo mismo.
A esta receta, complicada en sí, habría que agregar el ingrediente del público. Porque ahora podemos vigilar cada movimiento de los atletas, de nuestros ídolos y es un nuevo reto, por no llamarlo obligación para con sus patrocinadores y sus seguidores. Es una vida llena de disciplina, sacrificio y entrega, que ahora tiene que salir a la luz pública y siempre con buena cara, a pesar de que será juzgada.
En la gran mayoría de los casos, un deportista ama su deporte, es su pasión, pero en el alto rendimiento, se vuelve tu vida. Todas las decisiones desde horarios, alimentación, hábitos, contacto social, posibilidad económica, identidad personal, giran en torno a su disciplina y eso puede llegar a consumirlos.
Los atletas son superhéroes, logran hazañas que todos tenemos el potencial de hacer, pero pocos llevan al acto. Por eso, como afición y como medios de comunicación, cada vez exigimos más; queremos más récords nuevos, más historias que contar, más proezas con las que asombrarnos. Pero así como los superhéroes logran lo extraordinario, sus miedos e inseguridades no son ordinarias, salen de la norma, porque son personas que mental y físicamente no viven como cualquiera.
La palabra que más asocia un deportista con deporte es dolor, porque llegar al límite es uno de los retos del alto rendimiento. La lucha diaria es la lección con la que nos debemos quedar. El combate entre ser un humano y un campeón es lo que puede terminar con un atleta.