La Fernandomanía, el clímax del béisbol mexicano
Fernando Valenzuela tomó por sorpresa a la MLB y se convirtió en la gran sensación de dos naciones, hambrientas por la siguiente aparición del ‘Toro’.
En 1981 apareció Fernando Valenzuela, un joven de 20 años que se encontraba a punto de cumplir con su destino, maravillar a dos países. El ‘Toro’ se presentó sobre el montículo el nueve de abril de 1981, el día inaugural, un honor guardado para el líder de la rotación. La lesión de Jerry Reuss empujó al mexicano hasta la cima del cuerpo de lanzadores y ya bajo las inmensas luces de las Grandes Ligas, completó una actuación de nueve entradas, cinco hits y cero carreras permitidas ante Houston, en ese entonces, novena defensora del título divisional. Este domingo, la novena monarca de la MLB rendirá un homenaje al originario de Etchohuaquila por el 40 aniversario del inicio de la 'Fernandomania'
Sin embargo, Valenzuela había debutado en 1980, cuando recibió la oportunidad sobre el final de la temporada. Con el legendario Tom Lasorda como manager de los Dodgers, el zurdo de Navojoa dejó una fuerte impresión con una línea estadística de 10 juegos, 2 victorias, 16 ponches y cero carreras limpias permitidas en 17.2 innings de trabajo; sin duda un aviso de lo que estaba por ocurrir.
Pero fue en su primera campaña completa cuando su nombre resonó por toda Norteamérica, tan fuerte como sus lanzamientos hacían estallar el guante de Mike Scioscia detrás del plato. En sus primeras ocho aperturas ganó todos los partidos, lanzó la ruta completa en siete, blanqueó a cinco de sus rivales y aceptó cinco anotaciones limpias, todo en 72 episodios sobre el montículo; números impensables para un novato.
Terminó el año con 13 triunfos, 180 ponches, ocho blanqueadas, 11 juegos completos y efectividad de 2.48. Sus cifras lo convirtieron en el primer jugador en la historia en ganar el premio a Novato del Año y CY Young en la misma temporada, superando a Tom Seaver en la segunda nominación. Además, sus habilidades con el madero, le permitieron ganar el bate de plata.
Su premio fue vencer a los Yankees en la Serie Mundial, incluida una salida dura, pero vital para los Dodgers en el juego 3, con una actuación de 147 lanzamientos, digna de un héroe.
Su momento se alargó por gran parte de la década de los 80’s. Del 82 al 86 fue elegido a cada uno de los juegos de estrellas, recibió votos para el MVP, quedó entre los primeros cinco para la votación del CY Young en tres oportunidades, sumó un nuevo bate de plata y ganó su único guante de oro. No consiguió regresar al Clásico de Otoño, pero se mantuvo como un pitcher dominante en postemporada.
En lo que se refiere a sus números, en el lapso antes mencionado obtuvo 84 victorias, con una efectividad de 3.04 y 1078 bateadores retirados por la vía del tercer strike. Su impacto fue gigantesco dentro y fuera del diamante, con una presencia social importante con la comunidad latina de Los Angeles y dueño de las portadas con cada hazaña sobre la lomita. Su carisma tampoco fue ignorado, mientras en México, alcanzó un status de ídolo comparable a Hugo Sánchez y Julio César Chávez.
Mantuvo un valioso nivel de éxito hasta la década de los 90´s, cuando el excesivo uso de su brazo y su salida de los Dodgers pagaron factura. En total, dejó su cuenta en 173 partidos como ganador y 2074 ponches. Quizá insuficiente para recibir un lugar en Cooperstown, pero imborrable para los aficionados de la época, así como una fuente de inspiración para la nueva generación.