México se pierde en Gales; cae por la mínima en amistoso de Fecha FIFA
La Selección cayó 1-0 frente a Gales, que jugó con un once inicial plagado de suplentes. Kieffer Moore hizo el único gol del partido. México tiro cuatro veces entre los tres palos.
El partido arrancó sumergido en morfina, con la excepción del episodio que protagonizaron Lozano y Gunter, cuando el napolitano se desvaneció y exigió castigo antes de probar los escudos de Hennessey. La tropa suplente de Page (hay compromisos más urgentes, como la eliminatoria mundialista) rompió el letargo cuando Roberts magreó la pelota en dominios de Gallardo, Williams se deshizo de la custodia de Salcedo y sirvió el cuero para Moore, quien maniobró en dos toques para guardar en terciopelo la pelota como si fuese la corona puntiaguda del Príncipe de Gales. La acción, cabe señalar, nació en un offside de Roberts.
El flechazo adormeció al Tri y Gales se regodeó amparado en el vetusto ideario británico: orden marcial y balón por los aires. Cuando Martino ordenó avanzada y Herrera recuperó la libertad de tránsito, México encontró la pelota y conectó sus líneas por primera vez en la noche. Una secuencia de 25 pases terminó en un puyazo más estruendoso que peligroso de ‘Tecatito’, quien quemó a Cabango con un endemoniado cambio de ritmo. Después, la pandilla de Martino deambuló extraviada por las callejuelas empedradas del Cardiff medieval, expuesta a las emboscadas de Page y sus escuadrones de cuatro hombres a la vuelta de cada esquina. Entre St. George Street y el muelle siempre aguardaron Davies, Cabango y los ejércitos leales a Charles.
De vuelta a la escaramuza, ‘Tecatito’, eléctrico, trazó diagonal sobre las espaldas de Davies, pero su obús cayó en las torres del Castillo de Caernarfon. El gesto, no obstante, convenció al Tricolor de sus aptitudes. México encontró refugio en la pelota y esperanzas en Lozano: ‘Chucky’ rompió las cadenas que lo ataban a Cabango, Orbelín leyó la liberación y le extendió la Espada Enjoyada de Jorge IV, pero Hennessy, con las piernas petrificadas, se negó a la crucifixión.
“El que quiera ser líder, debe ser puente”, reza un proverbio galés. En México, ante el vacío de poder, fue Orbelín Pineda quien ejerció el rol. Un puente entre la debilitada estructura Herrera-Guardado y el hiperactivo eje Lozano-Corona. Un puente y un metrónomo. En sus pies, el Tri halló alivio y doctrina. Aunque fuese por mera ilusión. Suyo fue un disparo truculento, envenenado por el húmedo césped galés, que inquietó a Hennessy lo suficiente como para revolotear en vuelo de reconocimiento. Orbelín, empero, fue un solista. Un concertino sin acompañamiento. Martino le hizo escoltar con Pizarro, Lainez y Dos Santos, intérpretes de alcurnia, pero sus violines, esta noche, no tenían cuerdas. Entre el tedio, Gareth Bale apareció para pasar lista. El partido se diluyó entre la fina cortina de la lluvia galesa hasta que Corona, franco, de cara a Hennessy, firmó el epílogo con un disparo tan olvidable como la presentación mexicana. Por suerte, no se quedará mayor testimonio que esta crónica y alguna memoria insensata.