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10 LIBROS PARA CONOCER RUSIA | 4

"Los hermanos Karamazov"; la esencia del 'alma rusa'

Considerada como una de las novelas más grandes de todos los tiempos, es un alegato filosófico que aborda el libre albedrío, la existencia de Dios y la moral.

Estados UnidosActualizado a
"Los hermanos Karamazov"; la esencia del 'alma rusa'

La última novela de Fiódor Dostoyevski es una de las cimas de la literatura universal. Una obra monumental, profunda, presumiblemente basada en hechos reales e inspirada en retazos de la biografía del propio autor: las alucinaciones, la epilepsia, el hijo perdido, el ansia parricida (motivo de fascinación y estudio freudiano, ávido lector de Dostoyevski, quien consideró a 'Los Hermanos Karamazov' como la novela "más magnífica jamás escrita"). La novela que mejor desentraña los misterios de la legendaria 'alma rusa', el motor de los relatos de Tolsoti, Chéjov, Gógol, Pushkin...Dostoyevski.

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El decadente árbol familiar Karamazov es el personaje principal. El patriarca, Fiódor Pávlovich, un crápula, disoluto, padre reconocido de Dmitri, Iván y Alexei (Aliosha), quienes crecieron lejos de su manto. Existe un quizá cuarto, Smerdiakov, ilegítimo, quien trabaja para Fiódor como sirviente y cocinero. Dmitri es un exmilitar hedonista, dado al exceso, despilfarrador, apasionado. Iván, un racionalista ateo, desprendido, desconfiado, de impecable estatura moral e intelectual. Y Alexei, el más pequeño de los tres, un monje ortodoxo, humilde, creyente no sólo en Dios, sino en la bondad de los acciones y el amor como camino y meta. En la primera línea de la novela, Dostoyevski lo identifica como el héroe del relato, un homenaje a su cuarto hijo, también Alexei, fallecido a los tres años de edad. El punto de partida es una reunión en la celda del stárets Zozima, sabio maestro ortodoxo dotado de un aura casi sagrada, quien podría fungir como intermediario en relación a la herencia que Dmitri reclamaba de su padre. La caótica relación entre Fiódor y sus hijos dará pie a un embrollo oscurecido por la aparición de Grúshenka, deseo compartido entre Fiódor y Dmitri. Las dudas de Alexei, el alegato del 'Gran Inquisidor' de Iván, la lujuría de Fiódor, todo descenderá hacia una tragedia que no sólo pondrá a prueba los postulados éticos que definen la frontera entre el bien y el mal.

¿Qué nos dice 'Los Hermanos Karamazov' sobre Rusia y 'el alma rusa'? La espiral de inmundicia moral en la que se ven atrapados los personajes, con excepción de Aliosha, es un alegato en contra de libertad individual. El 'alma rusa', apasionada, motivada por la pulsión de muerte freudiana, melancólica y arrebatada, no empatiza con el libre albedrío. El destino infausto de los personajes, que han decidido amparadas en sus deseos más profundos, psicóticos y perversos, contradice la noción de la libertad como el máximo bien al que podría aspirar el ser humano; idea occidental, europea, contraria a los postulados ortodoxos, que Dostoyevski defiende a ultranza. ¿Ilustración, derechos, libertad? No, la ética ortodoxa de Dostoyevski las desestima y se adentra en las más oscuras profundidades de su exceso. El 'Gran Inquisidor' que recita Iván ante un Alexei perturbado mientras ambos meriendan en una taberna es el eje central de la trama y del fundamento de la misma. Dostoyekvsi, a través de la voz de Iván, explica que Jesús, en su estadía de 33 años en la Tierra, depositó a través de la Inquisición la sagrada libertad, a la que liberó a la humanidad a través de su sacrificio en la cruz; sin embargo, el hombre no sabe cómo ejercerla, la repudia, porque ello le deja desvalido, en soledad y sin creencia en un ser superior; y la Inquisición, gustosa en ello, ha tomado la carga y ejerce el control sobre la libertad.

El ruso odia la libertad, desarrolla Dostoyevski. Y ello explicaría los siglos de zarismo, bolchevismo, comunismo. Svetlana Alexievich, en otra obra que reseñaremos más tarde, confirma el desdén del ruso hacia la libertad. La era de la Perestroika, lanzada por Gorbachov, pretendió brindárselas después de décadas de pensamiento único. Pero un testimonio de una trabajadora del Partido Comunista de la URSS es demoledor: "darle libertad a un ruso es como darle unos anteojos a una marmota; no sabría qué hacer con ellos".