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¿Cómo se explica una tradición? Día de Muertos en Moscú


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Moscú
Esto no es México. Janitzio se encuentra a 10,798 kilómetros. Ni siquiera es 2 de noviembre. Pero este viernes, en Moscú, la tierra azteca presenta una de sus más grandes tradiciones.

La piel debajo del maquillaje no es la habitual. Es una Catrina, sin duda. El sombrero y el velo no pueden mentir. Sus ojos son claros. Su sonrisa fría. Muy en su papel. Le piden infinidad de fotografía y accede a cada una. “Véngase mi güera”, le dice el individuo en camiseta verde. Ella no entiende, pero supone que hay que posar de nuevo. Otra vez esa mueca tan helada como elegante.

Solo comprende enteramente a quienes hablan su idioma. Ella es rusa. Pero por una noche, es Catrina y eso es lo único que importa. Esto no es México. Janitzio, según Google, se encuentra a 10,798 kilómetros. Ni siquiera es 2 de noviembre. Falta mucho en realidad. Pero este viernes, en Moscú, la tierra azteca presenta una de sus más grandes tradiciones.

Los rusos conocen esta noche el Día de Muertos. En el Pabellón Mexicano, muy cerca de la Plaza Roja, se ha organizado toda una festividad alrededor. El lugar funciona igual que los días: como una kermese de primaria. Los alimentos y bebidas no se compran con rublos reales, sino con dinero falso que se adquiere previamente, al entrar, en una taquilla. Como volver a ser niño en México.

Y en ese lugar, hay lo que más extrañan los nacidos en tierra azteca: tacos. Aunque los de pastor se agotan temprano. Únicamente queda la opción de los dorados de pollo. Algo es algo. Los rusos prueban la gastronomía mexicana, aunque las empanadas ciertamente parecen más argentinas, pero el interior es de mole. A más de 10,000 kilómetros de la patria, con eso basta.

El sonido anuncia que en unos minutos más comenzará el mariachi y que previamente se exhibirá un video sobre el Día de los Muertos. La duda de Irina, habitante de Moscú que ha venido con la promesa de toparse con algo muy especial de un país muy lejano, es inmediata. Mira a quien se encuentra a su lado (la facha de mexicano es difícil de ocultar). Cuando los lenguajes son distintos, se busca un punto intermedio: el inglés. Así, suelta la pregunta: ¿qué es eso?

Típico de periodista: responder con otra pregunta. ¿El mariachi o el Día de Muertos? “Ambos”, dice ella. Será quizá la enorme distancia de casa, pero nace al instante un honesto orgullo por transmitir las tradiciones de México. Pese a las dificultades del idioma, se alcanza el entendimiento suficiente para explicar sobre la música tradicional mexicana y aclarar que el sombrero de charro no es algo que en el país llevemos todo el tiempo a trabajar o a la escuela.

“Es que como aquí todos los mexicanos llevan, pensamos que así era”, dice mientras sonríe. Punto aclarado. Después, hay que dar razón de los altares que cada 2 de noviembre iluminan millones de hogares. De sus fotografías, comida, bebida y demás objetos que en vida acompañaron a quienes partieron antes que nosotros. “¿Eso por qué se hace?”, cuestiona. Para que nuestros muertos sepan que mientras los recordemos, vivirán.

El video explica, agrandes rasgos lo mismo. Lo hace en ruso (de haber sabido). Ella voltea con su amiga. Algo le dice. Mira de nuevo a quien acaba de explicarle una tradición que le ha sorprendido. “Spasiva”. “De nada”. Porque a estas alturas, el lenguaje es lo de menos. Lo realmente valioso de la noche, es que México ha exportado la profunda belleza de su Día de Muertos. Y lo ha hecho gracias a la Copa del Mundo. Porque esto también es Rusia 2018.