Un niño a hombros en The Kop
Michael Robinson hizo historia cuando se convirtió en el adolescente más caro de Inglaterra, cuando lo fichó el Manchester City y unos años después, en el 84, se llevó a casa una medalla por haber ganado con el Liverpool la Copa de Europa, otra por la Liga y una tercera por ganar la Copa de la Liga en la que fue la mejor temporada de su carrera. Jugó solamente 52 partidos en año y medio en Anfield, pero lo suyo fue de cuento de hadas. Jugó en el club al que su padre, también futbolista profesional, le llevaba los sábados. Siempre se sentaban (o mejor, permanecían de pie) en la fila 20 del legendario The Kop. Para los que nunca estuvieron en aquella grada antes de que pusieran asientos, hay que decir que si eres un niño, no solo no podías ni moverte; tampoco veías nada. Así que para seguir el partido debías subirte a los hombros de alguien.
Y un día, años después, acabó jugando al lado de Dalglish e Ian Rush en la delantera de su Liverpool. Como persona agradecida que es, Michael aceptó su papel secundario. Le tocaba alejar defensores de su portería, corriendo hacia la banda o hacia donde casi seguramente no iría el balón. Por el centro y en las zonas de peligro aparecerían las otras dos estrellas. La afición le adoraba porque, sin ser el que más talento tenía, lo daba todo. Y, claro, marcó goles que celebró a menudo dirigiéndose a The Kop y a esos niños subidos a hombros de otros para verle marcar.