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Año Nuevo, tradición vieja

Al Espanyol le pierden las tradiciones y el jueves no supo escapar a una que dura ya una década: perder el primer partido del año. No se crean ustedes discursos rimbombantes, balances de cuentas ni proyecciones de crecimiento: el Espanyol no cambia, es el mismo de siempre, el de toda la vida, capaz de una hombrada como derrotar al Atlético y del naufragio copero contra el Levante. Un equipo justito al que convertimos con nuestra indolencia y nuestros imperdonables errores en un clon del Bayern, aunque su jugadores cobren la mitad. No la mitad de los alemanes, la mitad de los nuestros, y aún parecen el doble de buenos. Recuerdo como Lardín se quejó en pretemporada de no poder fichar a Cristiano. Oiga, Jordi, ¿y Morales?

Salvo milagro en Valencia, hemos enterrado la Copa hasta el asa y con ella las ilusiones que restaban de una temporada de la que ya quisiéramos escapar, pese a que acabamos de dar la bienvenida a enero. Apretar una tecla y estar en mayo. Hay jugadores que no están y otros que cuando juegan juntos es como hacer fuego en una gasolinera. El entrenador no cambia a los jugadores, no cambia el sistema, no cambia el discurso y sigue abonado a la autocomplacencia. Nueve de cada diez partidos así se ganan, afirmó. Seis de cada diez pericos opinan lo contrario. El resto ni se molesta en ir al campo a comprobarlo.