Monterrey palpita los Clásicos más trascendentales en su historia futbolera mientras titirita de frío. Pareciera que la nieve se ha instalado en el cielo y se derrama desde las alturas sobre el Cerro de la Silla, oculto tras las gélidas nubes. El viento, tan suave como afilado, convierte los 5º de temperatura en 1º de sensación térmica. El partido más caliente, inmerso en un congelador.
En la intersección entre las avenidas Churubusco y Miguel Ángel Alemán, en las inmediaciones del Parque Fundidora, un puesto callejero rememora que esto es Monterrey y no Siberia. A 13 kilómetros del Estadio Universitario, el Clásico ya se juega aquí. Las bufandas de $250 también titiritan, los sombreros, las camisetas (algunas, originales), los banderas acompañan el vaivén de la ventisca. Desde ahí, cinco vendedores recargan provisiones y vuelven a expedir a lo largo de la intersección para cazar a algún automovilista necesitado de reafirmar sus colores. "¿De cuál se vende más? Está parejo, pero en esta zona hay más 'rayados'", señala un comerciante que porta un sombrero que asemeja a la cabeza de un tigre y que cubre sus orejas del frío.
Los automovilistas prefieren no bajar; desde sus volantes, con la ventana bajada, preguntan por precios y negocian sus compras. En el transcurso de cinco minutos, mismo número de vehículos encendió sus luces intermitentes frente al tenderete pese a los pitidos del resto del tránsito. Eso sí, algún claxon no tuvo fines de queja. "¡Vamos, Rayados!", se escuchó desde un bólido rojo. Sí, esto es Monterrey.