Una milagrosa remontada termina con el invierno en Toluca
San Luis - Monarcas Morelia en vivo: Liga MX, jornada 7
La tarde-noche de Toluca, como todas las de noviembre, asemejan al invierno más crudo. El Nemesio Diez transitaba hacia él hasta la inverosímil remontada de los Diablos Rojos 2-1 sobre Morelia, labrada a fuego lento, amor propio y algún injerencia divina. O maligna. A saber. Estamos en jurisdicción de Mefistófeles.
Adormecidos por la tarde de otoño canadiense, Toluca y Morelia se intercambiaron lapsos para magrear la pelota a placer. La tribuna reaccionaba como un enfermo de fiebre que por fin logra conciliar el sueño: un silencio de espanto roto por algún quejido furtivo. Todo, hasta que el tiro desviado de Osuna tuvo efecto (pasajero) de bebida energética. Canelo impactó con la uña del pulgar del pie derecho cuando debió hacerlo, antes, con el borde interno. Luego, García detuvo el balón como Jordan cuando lo hacía rodar sobre su dedo índice ante la mirada impávida de Michael Jackson. Pérez Durán, sin VAR, el pobre, no superó sus exámenes visuales. La jugada descorchó la única bocanada del primer tiempo: la brutal colisión Sepúlveda-Ríos, una reedición del Big-Bang escalada al centro del campo del Nemesio Díez, terminó con el gol de Uribe, finalmente ilegalizado.
La noche, ahora siberiana, adquirió cariz de una pintura del quebequense Lemieux: la tundra inhóspita. Los cabezazos de Uribe y Ruidiaz abrieron paso a la ventisca que terminó por helar al Nemesio Diez: Salinas bloqueó un 're-centro' de la frente de Lezcano. Pérez Duran ahora sí atinó la adivinanza. Ruidíaz, desde la mancha de cal, alcanzó la transformación de Supersaiyajín fase 3. Los gritos furtivos de "fuera Cristante" acompañaron los yerros de Vega. Pero el frío también es un personaje en las novelas de Tolstoi, que siempre guardan el giro más inesperado e todos en la trama. Y así ocurrió.
El partido se convirtió en una novela rusa, no por largo, sino por arrebatador. Morelia defendió con las uñas, con sus lágrimas y sus jadeos. El último dedo, el último músculo, la última exhalación. Y el Toluca se encontró. Sambueza resolvió el sudoku y Barrientos se desató el corsé. El acto de rebeldía, no obstante, no rindió puntos para que Pérez Durán sancionara como penalti la carga de Rodríguez sobre Sambueza. El exAmérica, que extrañamente succiona fuerzas de los agravios, trazó una pincelada bellísima que Uribe, sobre la carrera, firmó con una media vuelta rutilante. El Nemesio salió del hechizo. El designio de The Eagles no se cumplió: el Infierno no terminó de congelarse. Las aguas, que antes eran hielo, pronto causaron un tsunami sobre el césped y a Morelia lo alcanzó la marea, ahora hirviente. Y Barrientos golpeó, el balón lo desvió el defensor Rodríguez, en un último acto de fe, incendiado por el "sí se puede", y Toluca no sólo fue un infierno. Ni un manicomio. Fue el lugar más feliz sobre la tierra. Fuego, calor, y más fuego. Milagro en el Infierno. El invierno terminó con el obús de Barrientos.
Una milagrosa remontada termina con el invierno en Toluca
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