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ATLETISMO

Ruth Beitia: del cross al oro olímpico en altura

La santanderina, de 38 años y que este miércoles se retiró, sumó 15 medallas internacionales entre las que sobresale el oro olímpico de Río.

Actualizado a
Ruth Beitia celebra su victoria en la prueba de salto de altura de la Diamond League de Zúrich en 2016.
FABRICE COFFRINIAFP

Ruth Beitia se retira a los 38 años y con un cartel que durará muchísimo tiempo: ‘La mejor atleta española de todos los tiempos’. Beitia se va con 15 medallas internacionales en grandes campeonatos, en Europeos, Mundiales, de pista cubierta, al aire libre… pero la joya de su galería de metales es el oro olímpico de los Juegos de Río 2016, la culminación de una gran carrera deportiva que comenzó hace 25 años, cuando Ruth conoció a su entrenador Ramón Torralbo, su “cincuenta por ciento” y quien lanzó a esta santanderina de 1,92 y tobillo prodigioso a elevarse en la colchoneta de altura.

Ruth comenzó de niña haciendo crosses. “No era mala, se me daban bien”, recuerda siempre, pero sus características físicas la derivaron directamente a mirar de frente al listón. Con 21 años ya saltaba 1,94 y se codeaba a nivel nacional con su amiga navarra Marta Mendía, con 24 llegó a 2,00 y a los 25 se colgó su primera medalla internacional con la plata en los Europeos de pista cubierta de Madrid. En el Palacio de los Deportes se vivió una fiesta del atletismo español, que tuvo como una de las grandes imágenes a Superman Martínez aupando en brazos a Ruth. Después la santanderina hizo su récord de España (2,02) y se fue abonando a todos los podios continentales indoor (2007, 2009 y 2011) y a uno mundial (2010). Su primer gran oro (y medalla al aire libre) fue en los Europeos de Helsinki 2012, pero Beitia tenía una espina: los Juegos Olímpicos. Había ido a Atenas, a Pekín y a Londres. De todos salió mal parada. Lo de Londres fue un mazazo moral.

Con 33 años y desanimada por su mala actuación en la capital británica, Ruth decidió dejarlo. Se puso a patinar, a hacer deportes… pero allí estaba Torralbo, que le convenció con sabiduría. “Pásate algún día por La Albericia (ahora llamada Ruth Beitia) y saltas un poco. A ver qué tal”, decía el sabio. Beitia volvió a engancharse al listón y algo había cambiado en ella. Se sentía más libre, rezumaba más felicidad, menos presión. Organizaba su agenda como diputada cántabra, su tiempo libre y sus entrenamientos. El resultado fue la mejor versión de Ruth. Y llegaron más medallas…

La nueva Beitia fue un festival de éxitos. En 2013 ganó el Europeo indoor y subió a su primer y único podio en unos Mundiales al aire libre con el bronce en Moscú, donde le pudieron Shkolina y Barrett. En Mundiales bajo techo siguió sumando (bronce en 2014 y plata en 2016). En 2014 volvió a ganar los Europeos al aire libre, esta vez en Zúrich, en 2016 de nuevo se colgaba el oro, ahora en Amsterdam. Ruth estaba pletórica de confianza. Se había hecho la jefa en grandes campeonatos y también en grandes reuniones (ganó la Diamond de 2015 y 2016). Su táctica, sencilla: volar alto y hacer el menor número de nulos posibles. Y llegaron los Juegos de Río 2016.

En la ciudad carioca Ruth, con sus 37 años, sabía que todo se jugaba a una carta para romper la maldición olímpica. Y la reventó. Con 1,97 y un concurso limpio se colgó el oro de sus sueños. La cima de una carrera, la única campeona olímpica de España en atletismo. Beitia estalló de emoción, se abrazó a su equipo de siempre, porque esa es otra de sus virtudes, es una persona fiel. Con ella estaban Julia García, su representante, Toñi Martos, su psicóloga y amiga, y Ramón Torralbo, su 50%. El que descubrió, rescató y llevó al cielo a Ruth.

Beitia era ya una figura conocida en España antes del éxito olímpico, pero desde entonces se convirtió en una celebrity. Le paran por la calle, se hacen selfies con ella… y Ruth nunca dice no a nadie. Tampoco a los compromisos con patrocinadores o lugares donde se le quiere rendir homenaje. Ella es así. Y en 2017 todavía brindó una gran alegría con la plata europea bajo techo en Belgrado. Buen vuelo, buenos saltos. El verano se atragantó. Vinieron dolores, lesiones. Estrés por no verse bien. Paró temporalmente, pero decidió ir a los Mundiales de Londres. “Si creías que no iba a ir es que no conocéis a Ruth”, decían sus allegados. Y allí, pese a no estar bien, entró en la final. Después ya no pudo más y quedó 12ª. “Me voy de vacaciones y luego ya veré que hago con mi futuro”, decía entre un mar de lágrimas. Sonaba a despedida. Y aquí ha llegado, a los 38 años. El atletismo español se queda vacío, pero Ruth Beitia será recordada eternamente. Es la mejor atleta española de todos los tiempos.