Saltó del banquillo junto a Cheryshev para solucionar un partido que se le había puesto cuesta con el empate de Logvinenko en el 68’ y que desató más pitos. Sansone hizo el 1-0.
El resultado a estas alturas es lo de menos. Quedan cinco partidos en una floja fase de grupos. Lo importante son las sensaciones. Y ahí, el Villarreal debería estar preocupado. Su gente lo está. Pese al maquillaje de los goles. Tras tumbar al Betis y aparcar la crisis, le costó imponerse al Astana (137º en el ranking UEFA) más de lo esperado y volvió a escuchar pitos de “los sabios” (Roig dixit). El gol inicial de Sansone (16’) hacía presagiar una tarde-noche para que el equipo y la grada se reconciliaran. Sin embargo, un cabezazo de Logvinenko en un córner (68’) acentuó el mal humor popular. Hasta que Bakambu y Cheryshev saltaron del banquillo para dejar claro quiénes son los titulares. El congoleño regaló una rosca de maestro (75’) y el ruso la llegada a línea de fondo de un hambriento (77’). Sus tantos dejan al Submarino líder y a Escribá más tranquilo mientras suplica porque vuelvan los pilares.
El Villarreal fue muy superior en el primer tiempo. Y eso, a veces, le jugó malas pasadas por la dichosa falta de concentración. El partido fue una nueva oportunidad para comprobar que hay pocos defensas más fiables que Bonera, que lo de Semedo en Anoeta, recién fichado, no fue un simple accidente por esas desconexiones preocupantes y, además, que Fornals y Ünal deben desprenderse cuanto antes de su timidez si quieren tener peso. Lo único destacable más allá de los latigazos de Castillejo fue el 1-0. Sansone, uno de los goleadores del año pasado, aprobó un nuevo examen ahora que Bacca lo ha mandado al banquillo. Se sirvió de un zurdazo para reivindicarse con una celebración tan serie como intencionada a los que pecan de falta de memoria. Él abrió la lata después de recibir un pase magistral de Jaume Costa, que contó por el camino con la inocencia del lateral en la marca y con los escasos reflejos del portero para desviar el remate.
La noticia más positiva del estreno del Villarreal en la Europa League quedará marcada en lo que sucedió en la segunda mitad. Más allá del claro empeoramiento de su juego, de los sobresaltos y de los goles salvadores. Mientras el Villarreal se descosía y el Astana se estiraba en busca del empate que encontró, llegó un momento importante: el regreso de Cheryshev después de diez meses lesionado. Su nervio (y sus goles) le vendrá bien a un equipo que se ha rejuvenecido a toda mecha con el peligro que conlleva: ante el Astana, más que nunca en este arranque, echó de menos el coraje de Soldado (en Turquía), el amor propio de Bruno (en la enfermería) y el saber estar de Soriano y Víctor Ruiz (en capilla). Cuando el Villarreal se agranda con los piropos, no da una. Por contra, cuando está exigido y con la gente de uñas, reacciona. Escribá no es de presionar, pero este equipo pide el látigo a gritos.