Viaje al interior

Ayer, Sergio del Molino presentó su nueva (auto)ficción La mirada de los peces en una librería madrileña. Vi en ella un cartel publicitario que hasta hace bien poco estaría llamado al fracaso. Rezaba así: “Este verano, lee el interior”, publicitaba la España vacía del citado autor, Tierra de Campos de David Trueba y dos títulos más de una tan pequeña como interesante editorial logroñesa: Palabras mayores, un viaje por la memoria rural, de Emilio Gancedo; y Los últimos, Voces de la Laponia española, de Paco Cerdá.

Esta brillante generación de ‘viejóvenes’ da voz a lo que durante el desarrollismo franquista y la modernidad felipista no molaba airear en público.

La geografía ha venido jugando un peso determinante, que en el caso de la península ibérica, por su extensión y vacío interior, constituye una excepción a una Europa homogénea, en cuanto a continuidad física y humana, bien visible en su paisaje.

Si trazamos una cartografía del fútbol profesional, es comprobable, prima facies, que también hay una España vacía para el mundo del balón. Salvo el centro y otras islas mesetarias, que lejos de ejercer de correa han desertizado sus respectivas regiones (antiguos reinos). La periferia, sobre todo la mediterránea, la N-340 que va de Barcelona a Cádiz, concentra el turismo y los negocios. Un ejemplo, la Generalitat Valenciana despilfarró más de 300 millones en los años de la burbuja para equipos de fútbol. Unas cantidades aun más desproporcionadas para el Hércules, en Segunda, y el Castellón, en Tercera. Bienvenido sea el activismo del señor Tebas y el fair play financiero. De hecho, la gestión de LaLiga en los últimos años y la crisis han servido para un cierto reequilibrio, que la Federación debería propulsar en esa España vacía, que es de su competencia.