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Garbiñe Muguruza, otra número uno

Antes de disputar la final de Cincinnati, Garbiñe Muguruza lucía un extraño palmarés. Desde 2014, sólo un título por temporada. En los dos primeros años: Hobart y Pekín. Pero en 2016, su única victoria fue en Roland Garros. Nada menos. Y ya no volvió a ganar nada hasta que se impuso en otro Grand Slam: Wimbledon 2017. Daba la sensación de que la hispano-venezolana brillaba a impulsos, en momentos sueltos, con grandes chispazos a los que no conseguía darles una continuidad lógica. La regularidad era su gran hándicap. Tan capaz de vencer a Serena Williams en la final de París, como de caer en su siguiente partido, diez días después en Mallorca, ante Kristen Flipkens, número 61 mundial. Sólo por poner un ejemplo puntual. Hay más. Quizá Garbiñe haya empezado a aprobar esa asignatura. Quizá.

Su paseo por Cincinnati nos presenta una nueva Muguruza. Por primera vez ha ganado dos torneos en la misma campaña. Y lo ha hecho de forma deslumbrante. El sábado batió en semifinales a la número uno, Karolina Pliskova, por 6-3 y 6-1. Y este domingo arrolló en la final a la número dos, Simona Halep, por 6-1 y 6-0. La rumana, que se hubiera alzado este lunes con el liderazgo de la WTA si hubiera vencido, fue una sombra por la pista. Hasta pidió perdón. Quien sí se encaramará oficialmente a esa cima es Rafa Nadal, que vuelve a reinar en la ATP tres años después, cuando nadie lo esperaba. Seguramente ni él. Con su victoria, Garbiñe dará el salto de la sexta a la tercera plaza. El número uno es una posibilidad incluso en el cercano US Open. Puestos a adornarnos, qué bonito sería que ambos coincidieran en el trono. Por soñar...