TOMÁS RONCERO

En Riazor se ganó Zizou el respeto de su vestuario

Alineó a nueve suplentes pese a perder tres días antes el Clásico. Un simple empate hubiera dejado al Madrid sin el título.

Tomás Roncero
Nació en Villarrubia de los Ojos en 1965. Subdirector de AS, colaborador del Carrusel y El Larguero y tertuliano de El Chiringuito. Cubrió los Juegos de Barcelona 92 y Atlanta 96, y los Mundiales de Italia 90, EE UU 94 y Francia 98. Autor de cuatro libros: Quinta del Buitre, El Gran Partido, Hala Madrid y Eso no estaba en mi libro del Real Madrid.
México Actualizado a

EI 26 de abril Zinedine Zidane dio un golpe de autoridad en Riazor. Si alguien dudaba hasta ese día de la capacidad del francés para tomar decisiones sin pensar en posibles daños colaterales, desde esa noche nunca más titubeó sobre la personalidad de ZZ. El Madrid venía de perder tres días antes el Clásico en el Bernabéu, con la famosa foto de Messi tras marcar el 2-3. A los blancos les quedaban seis partidos de Liga por jugar y un simple empate les dejaba sin el título si el Barça no fallaba...

Pero Zidane tenía una fe ciega en su plantilla (plantillón) y por eso no varió un centímetro la hoja de ruta que había trazado para la visita al feudo del Deportivo. Rotación extrema. Nada menos que nueve habituales suplentes: Casilla, Danilo, Nacho, Kovacic, James, Isco, Lucas Vázquez, Morata y Asensio. Sólo estaban de salida dos titulares considerados fijos: Marcelo (Coentrao ni estaba ni se le esperaba) y Varane, que además regresaba tras una lesión muscular.

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El equipo respondió al desafío con grandeza ante un Depor que semanas antes había chafado al Barça buena parte del título al derrotarle sin paliativos en Riazor (2-1).

El Madrid salió como una moto. Al cuarto de hora ya ganaba 0-2 (Morata y James). La goleada tenística (2-6) la completaron Lucas Vázquez, James, Isco (que estuvo soberbio) y Casemiro (salió en los últimos minutos). En el vestuario hubo fiesta como si hubiesen levantado la Liga esa noche. En realidad, así era. Zidane se ganó el respeto de toda la plantilla, de la planta noble y de la afición. Aquí mando yo. Y una sonrisa...

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