Fiesta pepinera en Bilbao gracias a la raza de un equipo que supo reaccionar tras adelantarse el Athletic. Los rojiblancos deben puntuar en el Calderón.
EI Leganés ha venido a LaLiga para quedarse. No ha querido ser un pasajero efímero, con un año de estancia. Fiesta mayor en San Mamés, con una convicción y fe que merecen mantenerle en la nobleza del fútbol español. Le llegaban noticias dramáticas desde Ipurua: el Sporting ganaba, y Aduriz corroboraba su drama tras adelantar al Athletic (1-0). En realidad, era un partido sin contundencia por parte local y llegó la justicia divina. El ritmo y control eran vascos, con ocasiones para finiquitar el debate, pero no se certificó el 2-0 y los asistentes sabían que el cuadro pepinero se la iba a jugar en la segunda parte. Así lo hizo; Asier Garitano movió bien el equipo tácticamente y metió en un manojo de nervios a los leones. Se olfateaba el empate y esté cayó a plomo.
Por fin una jornada de transistores, pero los aparatos no difundían grandes noticias futbolísticas desde San Mamés. Quizá por el exagerado calor, el partido nació gripado y tanto Athletic como Leganés abrieron fuego con una faena de aliño: mucho orden y poco concierto. El equipo rojiblanco, amodorrado con la pelota por contagio del rival, se puso en manos de Aduriz y la vida se hace más sencilla con este portento que va camino de la cuarentena. El Leganés se sintió en la primera parte un invitado a su exhibición. Hasta que marcó no pasó nada, sólo una internada de Williams con golpe abajo de Rico que hizo temer algo malo. Al cuarto de hora, Muniain enredó por dentro, condujo, atrajo rivales, y cedió a un Balenziaga que corría libre por la izquierda. Este lanzó un chutazo que en apariencia iba fuera, pero en boca de gol apareció el oportuno Aritz para llevar el cuero al zurrón.
El Athletic encontró un filón por la derecha, sobre un Rico desbordado. No había control ni continuidad pero algo se iba apañando para los locales. Aduriz soltó amarras y lanzó un gran golpeo en el 35 pegado al poste que obligó a emplearse a Champagne. Fue el donostiarra coleccionando ovaciones, como en un detalle magistral con sombrero a Rubén Pérez. Y Muniain seguía generando superioridades en el centro del campo.
Pero el descanso varió el paisaje. El Leganés dio un paso al frente, se volvió más descarado en el segundo tiempo y casi la lía Bustinza, entrando con la determinación de un coloso en un córner en el 51’, que encontró a un Arrizabalaga muy bien colocado. La afición local andaba nerviosa y se escuchó algún pito. A la segunda, el Leganés ya anotó, con Gabriel lanzando un sombrero a lo Laudrup que remató Szymanowski, un tipo que ya sabe lo que es levantar los brazos en San Mamés, pues lo hizo el año pasado en la categoría de plata. Garitano hizo un par de correcciones decisivas para que no se jugara más. Metió a Timor de tercer central con un 5-4-1, para amortiguar el daño de los centros laterales. La fiesta estaba desatada ya en el quesito de los visitantes. Y no cesó. Lágrimas de alegría. Y champán. Y el Athletic da pinta de que deberá puntuar en el Calderón para asegurarse Europa, por si el Alavés gana la Copa.