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Carta al mito. Querido y admirado Juan, aquí estamos en tu santuario favorito 25 años después. Te he visto antes del partido. Sé que estabas detrás de la portería del Fondo Sur. Te pillé cantando y botando de alegría detrás de esa camiseta gigante con el 7 a la espalda, el número que honraste y glorificaste para siempre. La afición no te olvida. Sobre todo los de mi generación. Nos alegraste tantas noches la vida, nos arrancaste tantas lágrimas de emoción y de rabia (cuando te calentabas y cometías un error nos dolía tanto como si lo hubiésemos hecho nosotros), nos enseñaste a amar esta camiseta por encima de lo razonable, a no pensar en lo material cuando lo inmaterial te puede hacer levitar, en transmitir al enemigo que los partidos del Bernabéu son una pesadilla sin fecha de caducidad (Sergio Ramos es tu mejor discípulo en la materia), en gritarle al mundo entero que no hay nada mejor que un partido de nuestro Real Madrid, ese por el que diste la vida... Literalmente. Juan, por un momento me dio igual el partido. Sólo imaginaba tus jugadas diabólicas por la banda derecha, tus remates liftados con el exterior que olían a gol nada más salir de tus botas mágicas, tus celebraciones enloquecidas o tus saltos inolvidables al ser sustituido por Martín Vázquez tras el 4-0 al Borussia. Juan, no te puedes imaginar cómo te echamos de menos todos por aquí. Nunca habrá otro como tú...

Homenaje sentido. Como te has pasado casi toda la tarde firmando autógrafos, te voy a contar como fue el partido con el Alavés. Un señor equipo, por cierto. En el primer tiempo mucho control pero poca chicha. Lejos de lo que te gustaba a ti: partidos volcánicos, descontrolados y con puertas abiertas a la improvisación y a la osadía. Sólo una internada de Carvajal, muy a tu estilo, con pase perfecto atrás para que Benzema pusiese el 1-0 (venía de un fuera de juego previo, pero de esos que sólo se pueden ver en la tele). Karim hizo de Hugo. Cuántos goles te vi fabricar así en el Bernabéu. En la continuación nos comieron la tostada los finalistas de Copa, pero les faltó pólvora y, además, Kiko Casilla recuperó la seguridad en nuestra guarida. Su regreso a la titularidad coincidió con un partido sin goles encajados. No es casualidad.

El espíritu de Málaga. Isco es malagueño, como tú amigo. Él de Arroyo de la Miel. Tú de Fuengirola. Misma genética. Por eso Isco se unió a tu merecido homenaje con un golazo muy de tu escuela. Sólo a ti se te ocurría buscar un hueco por el palo del portero. Isco es un digno heredero de tus ocurrencias genialoides. Y para rematar la faena Nacho, un jabato ejemplar como era tu hermano Camacho, colocó el 3-0 con un cabezazo de nueve tras la falta magistral de Gareth Bale al larguero de Pacheco. Seguimos líderes, maestro. Nuestro Madrid respeta tu legado. ¡Illa, illa, illa, Juanito Maravilla!