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Agencia libre 2017

La feliz y lucrativa vida de los QBs suplentes en la NFL

El fichaje de Josh McCown por los New York Jets demuestra, una vez más, que los 'pasadores reservas profesionales' de la liga son unos privilegiados.

La feliz y lucrativa vida de los QBs suplentes en la NFL

La vida es un continuo proceso de demolición. Desde el mismo instante en que nacemos estamos muriendo. Es así. Siento empezar con una aseveración tan dura para una sociedad infantilizada, pero alguien tiene que deciros la verdad. Y, yendo a la infatilización, ese proceso de continuo acercamiento a la muerte tiene varias fases; cuando eres niño sueñas con imposibles, con ser el mejor, el más grande, algo nunca visto por la humanidad en el campo de preferencia de cada cual; cuando eres adolescente ya te vas conformando con algo menos, y cazar un morreo de vez en cuando; cuando entras en esas edad en que te llaman joven pero ya ves tú que la cosa se pone seria no pides más que cuatro cositas contadas para 'tus gastos' y poder dormir caliente con alguien al lado; y de ahí para arriba queda la superviviencia y la aceptación de que, en el fondo, da todo un poco lo mismo.

Según van pasando esas fases, tus idolatrías deportivas se van adaptando a las nuevas realidades que la existencia te pone delante. Pasas de adorar a los mejores a fijarte en figuras más especiales y diferentes, para luego no adorar a nadie y, ya en la fase de conocimiento de las imperturbables reglas del cosmos, convertirte en un seguidor impenitente de los quarterbacks suplentes profesionales de la NFL.

Nada como esa figura para demostrar que la vida es sueño, que Matrix nos envuelve, que todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar.

Una raza de gente superior

El quarterback suplente profesional de la NFL se caracteriza por ser un atleta al que muy rara vez vemos hacer nada atlético. Ha alcanzado su estatus en algún partido suelto, en alguna temporada en la que, por mala suerte, tuvo que jugar en algún drive y tuvo la inmensa fortuna de que todo cayó de cara y pareció competente. O casi, que suele bastar con casi parecerlo. Basados en ese recuerdo, a menudo distorsionado, los equipos van fichándole como a un veterano que sabe de qué va esto, que estará a sus órdenes si el titular se lesiona.

Que Dios no quiera que eso pase, claro, porque se caería la mascarada y tendrían que demostrar si saben jugar a esto, algo que nadie, y ellos los primeros, quieren que suceda. Porque su vida se basa en la presunción de que están preparados y cualificados para el trabajo. Palabra clave: presunción.

Los buenos, los grandes, no han jugado jamás. El gran quarterback suplente profesional de la NFL se puede pasar años, lustros, aplaudiendo en la banda y cosechando grandes sumas de dinero sin que nadie se atreva a darles un balón ni en caso de vida o muerte.

Porque esa es la clave que les hace tan admirables: que ganan una millonada. No hacer nada es muy fácil. Lo chungo es que te lo paguen. Y a precio de oro.

Repasemos las dos últimas agencias libres y rindámonos a sus pies.

Chase Daniel tiene ocho años de experiencia (jajajaja) en la NFL y casi 20 millones de dólares en ganancias acumuladas. Es tan chulo que ha dejado cinco millones por cobrar esta temporada en los Philadelphia Eagles porque sabe que va a conseguir más en algún otro lado, quizás los New Orleans Saints.

Nick Foles sigue sus pasos de cerca. Fue su sustituto en los Kansas City Chiefs la pasada temporada y ahora lo será en los Philadelphia Eagles. Dos años y 11 millones de dólares de contrato, algo que le pondrá también en los 20 millones en su carrera.

Josh McCown, un Hall of Fame de esto, aún ha tenido que jugar alguna vez, que no todo son rosas, pero poquito para los 38 millones de dólares que lleva ganados, los seis últimos ayer tras firmar un año con los New York Jets.

Su hermano, Luke McCown, es más modesto y tan sólo amontona 17 millones de dólares. Ha sido titular en tres partidos en los últimos 8 años...

¿Y Matt Moore? Van más de 23 millones de dólares ganados, señores. Scott Tolzien (...) se llevó 3,5 millones el año pasado por, bueno, por eso, por ser un profesional de las bandas.

No es un fenómeno nuevo

En una liga en la que el puesto de QB es tan importante, resulta sencillo darse cuenta de por qué se paga dinero a alguien que no juega. Es una póliza de seguros. El problema es cuando se paga esa póliza a ciegas o por el mero hecho de continuar con alguien que ya lo ha hecho antes. Es una rutina, vaya, porque la mayoría de estos jugadores ya es que no quieren ni saber nada del campo. Con toda la lógica del mundo, han decidido que se vive estupendamente sin que te peguen, sin riesgos para la salud y con la cuenta a rebosar de billetes.

Nada es nuevo. Ahí está la figura, por ejemplo, de Gary Kubiak, recién retirado como entrenador y que plantó sus pies en la liga siendo el suplente de John Elway en los Denver Broncos.

Quizás el más icónico de todos ellos sea el impagable Charlie Whitehurst, conocido como 'Clipboard Jesus' por sus semejanzas estéticas con Cristo y por portar el arma definitiva de los suplentes: la pizarrita. El gran Whitehurst, héroe de vagos y vividores varios, lleva 11 años en la liga, ha ganado más de 17 millones de dólares... y ha jugado en nueve partidos como titular. ¿Es bueno, malo o regular? ¿Y eso, a quién le importa?

Kellen Moore y Josh Johnson ya tienen equipo para la temporada que viene. No me cabe duda de que Shaun Hill, Dan Orlovsky o Case Keenum lo acabarán encontrando. Serán felices demostrando a sus entrenadores que no darán la lata en el vestuario, que no pondrán en aprietos al titular y que, por favor, por favor, no los saquen nunca a jugar. Que se pueda mantener el trampantojo y se pasen años, lustros ¡más de una década! cobrando millones de dólares sin hacer nada en toda la temporada.

Sí, llega un momento en la vida en que sabes que todo es finito, que somos polvo cósmico en medio de un inabarcable espacio-tiempo, y que los quarterbacks suplentes profesionales de la NFL son los grandes campeones de este invento.