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La Matanza del Día de San Valentín

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Los octavos de Champions empezaron con un trueno: el derrumbe del Barça en París. Pese a ciertos malos síntomas previos en el equipo, que venía viviendo de los tres de arriba, sin armazón en la media, no podía esperarse algo así. El PSG se mostró como una construcción por fin lograda por Emery, armado en torno a un gran Rabiot, y con jugadores enérgicos, serenos, técnicos, bien organizados, solidarios. El Barça, con Busquets e Iniesta fuera de forma y un André Gomes desesperante, no tuvo media. Y esta vez, tampoco ataque, salvo por la parte de Neymar, que casi puede decirse que jugó solo contra once. Messi hizo su peor partido en el Barça.

Así que aquello fue algo así como la 'Matanza del Día de San Valentín': el Barça contra la pared y ametrallado. La defensa, sin protección de la media, se batió en dificultades ante las continuas llegadas del PSG, que atravesaba el medio campo una y otra vez como si jugara sin rivales. Los goles fueron cayendo escalonadamente, efecto de esa continua superioridad, de esa llegada continua de ataques, pausados, bien armados, al área del Barça. El número de cuatro goles marca la distancia adecuada entre ambos equipos, deja al Barça despeñado y eleva de golpe al PSG a la condición de aspirante. Una noche de gloria para Unai Emery.

Esta noche el Bernabéu bullirá de comentarios antes del partido, pero conviene que al Madrid no le distraiga demasiado esto. Su guerra es otra, la del Nápoles, que llega en una racha de dieciocho partidos sin perder, lleno de confianza. Vuelven dos viejos conocidos, Albiol y Callejón, piezas buenas de un equipo que tiene arriba a Hamsik y Mertens, dos peligros que unir al atacante español. Zidane recupera su media de lujo, Modric, Casemiro y Kroos, a los que completará con Isco o Lucas Vázquez. Arriba, Benzema y Cristiano. En el palco, Maradona. Y en las gradas un público que llevará la alegría puesta desde casa.