De gigantes, mejor no hablamos
El partido se vivió con gran intensidad en el Estadio Rommel Fernández de Panamá. El público, más hostil a México que en otras ocasiones, no cesó de alentar a los suyos.
La noche histórica del futbol panameño quedo en buenas intenciones. Sólo en eso. Porque, pese a sumar cuatro puntos en el arranque de su camino a Rusia 2018, "La Sele" no pudo imponerse al odiado rival, a ese "globo inflado", como definió al representativo mexicano el abogado Jorge Zúñiga Sánchez, columnista de El Siglo.
El estadio Rommel Fernández sí que vivió una noche inolvidable, pues por primera vez sus 26 mil 500 localidades se agotaron en un partido de selección. La 'Marea Roja' inundó desde temprano los alrededores del Coloso de Juan Díaz, al que fue difícil acceder por la lluvia y el tráfico de un martes de quincena. Sólo un puñado de mexicanos, ubicados en la platea baja, apoyó al Tri ante una multitud escarlata que no respetó el himno nacional Azteca, escuchado entre silbidos y cánticos locales.
Chicharito, el bienamado de la afición mexicana, fue objeto del escarnio panameño, que le silbaba cada vez que tocaba el balón.
Para los panameños el encuentro fue una fiesta aderezada por el reggaeton que sonó todo el tiempo, los ríos de cerveza que corrieron en el estadio y los deseos fervorosos de una revancha deportiva que no llegó. La intensidad del aliento bajó de decibeles conforme avanzaban los minutos y su equipo era incapaz de vencer al otrora gigante. El técnico de los locales, Hernán Darío Gómez, se guardó los cambios para la recta final del partido. Dio la impresión que las modificaciones del colombiano, que mandó a la cancha a Taylor, Tejada y Godoy, llegaron más para complacer a la tribuna que por una vocación de sacar los tres puntos, aunque la chilena de Tejada que terminó en las manos de Ochoa, volvió a encender el Rommel Fernández.
Y apareció la ola y el lastimero "Sí se puede", tan característico de los aficionados mexicanos en situaciones complicadas y los reclamos al costarricense Montero por faltas consideradas insistentes. Algunos aficionados exaltados volteaban a la zona de prensa y a las cabinas de transmisión de las cadenas mexicanas mostrando la cartera o tarjetas de crédito, insinuando la compra del partido por parte del Tricolor.
Y llegó el silbatazo final, pero no el fin de la fiesta. Porque el punto le sabe a gloria a una afición más golpeada que la mexicana, que celebra como un gol hasta los túneles y saques de banda.
Sin embargo, la sonrisa plena de los panameños quedó en una mueca final de insatisfacción, como la de Tejada, que al ser entrevistado en zona mixta, miraba de reojo a Ochoa, que atendía a los enviados mexicanos.
El gigante ya no existe, dicen por acá. La goleada de Costa Rica a EU y la indescifrable alineación de Osorio para el duelo de esta noche parecen confirmarlo.
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