México se estanca en Panamá
En un partido con pocas llegadas al marco contrario, el Tri rescató un punto del Rommel Fernández con lo que llegó a cuatro unidades en el Hexagonal.
Salvar la vida en Panamá no es una nimiedad, pero tampoco da para verbena. México extirpó un punto del Rommel Fernández, la tierra de Graham Zusi, apegado a su sentido común, contrario al del resto de mortales: rotación tras ganar en Colombus, un once titular en jeroglífico, el auto-control como iniciativa táctica. Habrá que decir, en descarga de Juan Carlos Osorio, que un punto como cosecha de un espanto es una renta encomiable.
El disparo de Torres, a un balboa de la meta de Ochoa, fue una declaración de intenciones de Panamá: tiro a discreción y minas explosivas en terreno enemigo. Acto seguido, el trazo estilo Messi de Gómez – raso con el interior al mismo perfil – terminó en los pies de Torres, quien se encimó sobre el cuero y lo mordió. La jugada fue un halo de luz en el agujero negro que es el Rommel Fernández. Los futbolistas mexicanos caminaban con grilletes mientras Bárcenas ‘Pies de Piedra’ y Torres custodiaban las llaves. Entre la espesura, Quintero quiso colocar la pelota en un buró y Ochoa cerró la puerta.
El once mexicano flotó después de la tempestad pero poco hizo para nadar, y cuando lo intentó, sus brazadas fueron detenidas por las arenas movedizas. El césped del Rommel Fernández pareció arrojar cadenas a los pies de cada jugador, como una cueva de Indiana Jones. Solo Reyes pudo romper las ataduras, pero su cabezazo lloriqueante terminó en la azotea de Penedo. Siguió el tiempo y el agujero lo engullía: Giovani deambulaba, Chicharito se cubría en el fango, la brújula de Márquez se había averiado por la tormenta y Jiménez dibujaba sombras. La mejor postal del primer tiempo fue el reposo de Fabián, plácido sobre el césped, y la demostración de que el ‘Bolillo’ Gómez es fluido en arameo antiguo.
De vuelta al campo, Panamá renunció a sus pretensiones y México reposó con la pelota en los pies. Sólo un tiro ajustado de Blas Peréz, desactivado por el recuesto de Ochoa hacia su izquierda, forzó la alerta roja en el cuartel de Osorio, cada día más desenfadado (e indescifrable, también). El Tri tampoco se esforzó por moverse entre el lodo: la bolea de Jiménez arrancó astillas al poste trasero y el cabezazo de Márquez, marca registrada, fue bloqueado por quién-sabe-quién. Cuando Osorio y Gómez firmaban el armisticio, Torres abrió un Canal entre Márquez y Araujo, pero Moreno cerró el tránsito y Tejada encarnó a Jiménez; su chilena perfecta, material para un escultor, terminó en la bolsa de Ochoa. El partido murió en sorna, como un cerrojo de Mariano Rivera sobre el montículo.
Cuatro puntos para Osorio. Invicto en eliminatoria. Un partido perdido en un año. Números y academia. Los 90 minutos en Panamá confirmaron, tristemente, que el primer acto en Columbus fue una quimera. ¿Formas? ¿Resultados? El debate está abierto. Por suerte, el camino a Rusia aún es largo. Y nos parece, ahora, tan corto.
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