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LIGA MX

Tavares neutraliza el golazo de Cardona y rescata al campeón

Djaniny Tavares embocó un polémico penal sobre el final del partido que salvó a Santos Laguna de una nueva derrota. El partido se demoró por una falla eléctrica.

Actualizado a
Castillo y Rentería disputan la pelota en el empate a 1 entre Santos y Monterrey.
Miguel SierraEFE

Djaniny Tavares embocó un penal en la recta final del partido y evitó una nueva derrota del campeón del fútbol mexicano ante un Monterrey que fue un vaivén: tan dominador como blandengue cuando el partido comenzó a agonizar. Al final, empate justo para dos equipos en polos opuestos: los Rayados miran la punta de cerca y los Laguneros siguen sepultados en el último lugar de la tabla general. 

El partido inició con un halo de misterio. ¿Habría o no? Se demoró una hora por una falla eléctrica en el reluciente Estadio BBVA. El retardo coaguló a los jugadores y atarantó a las agendas televisivas. El partido resultó soporífero en la primera parte. Sólo Cardona se atrevió a salir del libreto, pero su disparo se marchó a la izquierda de la meta de Marchesín. Fue el único vestigio de rebeldía. Los Santos, hoy comandados por Siboldi y a la espera del arribo del académico Ayestarán, soportaban parapetados, sin generación y apenas orden. Todo hasta que Edwin Cardona rompió la monotonía y soltó un zapatazo tan inhumano como preciosista: un meteoro con curva parabólica y estela de fuego. Golazo para rebobinar una y otra vez. 

La segunda mitad fue definida por la dejación de los Rayados y la voluntariedad de los Guerreros. Siboldi dio ingreso a Orrantia y Rabello y los Santos parecieron haber recibido una transfusión sanguínea. En plena acometida lagunera, Cardona disparó pero Marchesín contuvo. Hubiera sido demasiado. Monterrey se olvidó del ataque y Santos adelantó líneas e instaló el partido en terruño rayado. El atosigamiento parecía infructuoso hasta que Orrantia desbordó a López, batalló por el balón y obligó al forcejeo. La ambigüedad de la disputa sonrío para el campeón. Ya era hora. Djaniny intercambió la tarjeta de regalo y selló un empate que rescata la dignidad del maltrecho campeón. Ayestarán, con libreta en mano y masaje en barbilla, ya habrá analizado cómo intervenir al enfermo. Manos a la obra.