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La Italia de Mussolini derrota a España en un polémico partido de desempate

Después de una campaña de Benito Mussolini para celebrar el Mundial de 1934 en Italia, la selección transalpina se consagró campeona por primera vez.

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Los rumores señalan que Benito Mussolini solo había visto un partido de futbol en su vida. No obstante, e incluso en los albores del torneo, el dictador italiano reconoció la relevancia que un Mundial aportaría a Italia y después de mucho presionar consiguió que la nación europea se convirtiera en la sede de la segunda competición en la historia.

El torneo, conformado por 16 selecciones, con formato de eliminación directa, prórroga pactada y un partido de desempate en caso de que una eventual igualdad se mantuviera, arrancó el 27 de mayo de 1934 en ocho estadios de Italia.

El primer sinodal italiano fue el representativo de Estados Unidos, que regresó a América con un 7-1 a cuestas. Por su parte, los ibéricos iniciaron la competencia eliminando a Brasil por pizarra de 3-1.

En cuartos de final ambas selecciones europeas se enfrentaron y ambos igualaron a un tanto para definir la llave en un segundo encuentro. Dicho cotejo, disputado el 1 de junio y posteriormente nombrado como “La batalla de Florencia” por Jules Rimet, terminó con victoria italiana por la mínima diferencia; aunque con el legado transalpino manchado.

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“Vencer o morir”

Mussolini, empecinado en la victoria italiana, trabajó en el título incluso antes de que el torneo arrancara. El primer paso fue la incorporación de una camada de futbolistas sudamericanos, entre los que se encuentra Luis Monti, Atilio Demaría, Enrique Guaita y Raimundo Orsi, a la selección azzurri.

Cuando los cuartos de final llegaron, 43 mil aficionados se dieron cita en el estadio Giuseppe Berta de Florencia para un duelo que abrió su marcador en el minuto 31 cortesía de Luis Regueiro. El empate llegó previo al descanso, con un remate de Giovanni Ferrari mientras Angelo Schiavio sujetaba al meta ibérico para evitar la lanzada.

Con el encuentro igualado, los italianos tundieron a los españoles. Al término del trámite se contabilizaron cinco lesiones (Ricardo Zamora, Ciriaco, Lafuente, José Iraragorri, Gorostiza e Isidro Lángara) que dejaron mermada a la escuadra ibérica de cara a un desempate que se celebraría un día más tarde.

En el segundo cotejo, también celebrado en Florencia, los transalpinos repitieron la dosis y cuatro ibéricos más aquejaron las huellas de la batalla (Crisanto Bosch, Chacho, Quincoces y Regueiro). Como si la fuerza excesiva empleada contra España no fuera suficiente, el colegiado hizo su parte en favor de Italia.

El suizo René Mercet anuló un par de goles a los ibéricos (tantos de Regueiro y Quincoces) por presuntos fuera de lugar. La anotación de la victoria, obra del mítico Guiseppe Meazza, fue opacada por la obstrucción de Demaría sobre Nogués, quien suplía al lesionado Zamora. Como consecuencia de su labor arbitral Mercet fue vetado por la FIFA y la federación suiza.

A pesar del deslucido triunfo italiano, Rimet reconoció la entrega de ambas selecciones. “Fue un encuentro espectacular, dramático y jugado con una intensidad muy pocas veces vista”, indicó el otrora presidente de la FIFA.