Es difícil encontrar alguien más sincero en el fútbol que Zidane. Harto de que le hagan la pregunta Kepa, el ilustre madridista...
En Inglaterra lo han convertido en un negocio global que no conoce respiro. En España, los hay que no se acuerdan de cómo iba la Liga cuando paró el día 23.
El Clásico siempre es un concierto distinto. Gran duelo: dos grandes porteros ante los mejores artilleros.
En fútbol el afecto no sólo ha de ser la espontánea expresión de alegría por el triunfo del otro, sino una costumbre social. El fútbol une, o así debe ser.
Hoy se celebra en la sede de Caixa Forum Madrid (Paseo del Prado, 36) y en colaboración con la Embajada de Hungría el 90 aniversario del nacimiento de Kubala.
Ya tiene Cristiano otro Balón de Oro y lo celebró tanto en el campo como en la historia. Dijo que era el mejor de la historia. Historia con mayúsculas.
Vicente Marco me enseñó a leer, por decirlo así: su pausa, su gesto radiofónico, contando el fútbol. Más de medio siglo más tarde me trajo anoche su sucesor...
Juan Albornoz ‘Sombrita’ fue el as de nuestro tiempo en Tenerife y su rostro apareció en el primer número de As.
Medio siglo diciendo AS cómo va la pasión por el deporte. Hoy reúne Manu Carreño en El Larguero, que yo no me pierdo nunca a las 23:30, a quienes cuentan la historia del deporte.
Desde que el Barça y el Celta saltaron al campo se puso en escena una complicidad, la de Unzué con Valverde, que bromeaban y se toqueteaban, al salir de los vestuarios.
Tener a Messi en LaLiga es un regalo, un espectáculo total. Como si anoche en Valencia hubiera confirmado la famosa firma de su contrato.
Lo importante fue, pues, el fútbol: dos equipos que aspiran a lo máximo y como no se dieron por vencidos ninguno ganó.
Lo dijo don Luis Suárez en Carrusel. Fue el partido de los desaparecidos. Faltó Messi cuarenta y cinco minutos y tembló el misterio, como si se le hubiera apagado la luz al Barça.
La gente no se acostumbra aún a la grandiosidad del Wanda Metropolitano, decía Antonio Romero en los capítulos finales del derbi.
Habrá algún aficionado que se disponga a vivir la emoción de ver a los dos mejores futbolistas en la última década sobre el campo en una misma tarde.
Empezó rojo y fue degradándose el color del Barça, hasta el amarillo final. Fulgurante salida, con un Messi pletórico. Y luego, la nada, o la ambivalencia.
A este Barcelona (mejor: a este Valverde) lo auxilia la suerte que antes le estaba vedada.
Pues ayer hubo un rato que parecía que el Barça iba a padecer el síndrome Cazorla. No pudo ser. Estaba el señor del fútbol.
La roca y la ola
No está para decir lo que hace, sino para hacerlo. En Ecuador, Messi lo contó después del partido: cuando vio el 1-0, pensó en su gente.
Da escalofrío escuchar hoy Al Alba, esa letra imborrable de Luis Eduardo Aute, a quien, como decía ayer en Hoy por hoy de la SER, habría que hacer un monumento.
Al Atlético le pasa algo notable: se parece al semblante de Simeone. Siempre va de oscuro, pero a veces también tiene oscuro el semblante.
Llegó sin música. Contagiado por el equipo, el brasileño perdió una oportunidad que le hubiera quitado al Barça el suspense final.
El filósofo Gabilondo, con el que coincidí en los congresos de la Ser en Córdoba, dijo el viernes esa frase en sede parlamentaria, en Madrid, donde ocupa el liderazgo...
El gol de Luis Suárez fue el tanto de un jugador que nació para romper la red pero que en los últimos partidos tenía la pólvora inútil.
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