Emoción hasta el final y poco más. El destino le devolvió a Roy Williams 364 días después el título que le había arrebatado en el último segundo de la final 2016. Los North Carolina Tar Heels (32-7) se impusieron a los Gonzaga Bulldogs (37-2) en un partido muy malo entre dos equipos muy buenos. Dos de los mejores del país; dos de los grandes. Dos equipos nerviosos que se vieron superados por las circunstancias (una mala decisión tras otra) y por un trío arbitral que cuajó una de las peores actuaciones que se recuerdan en la historia del deporte estadounidense: 44 faltas personales en los 40 minutos de juego de una final que se hizo eterna. Una final que deja sabor agridulce en boca de todos los que hemos vuelto a disfrutar de uno de los mejores torneos del mundo.
Un encuentro decepcionante en general...
Los Zags, por su parte, fallaron de todo en la segunda mitad y cometieron 10 pérdidas más que los campeones. Solo vieron luz en Zach Collins (nueve puntos, siete rebotes y tres tapones; acabó expulsado), un jovencísimo pívot que se abre paso a base de talento y cualidades físicas entre los más expertos, antes de que los árbitros decidieran acabar con un partido que nunca estuvo a la altura de las expectativas.