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AMÉRICA VS PACHUCA

Los Tuzos toman el Azteca y exhiben a las Águilas

La velocidad, la contundencia y los errores americanistas fueron los ingredientes de la goleada hidalguense. El América de Ambriz vuele a sufrir en su nido.

México DF
Los Tuzos toman el Azteca y exhiben a las Águilas
JAVIER RAMIREZMEXSPORT

Reza un axioma del fútbol que los equipos 'se hacen fuertes en casa'. La máxima, evidentemente, no aplica para el América de Ambriz, equipo temeroso y estéril en propio terruño; como un forastero que nunca hizo de su casa un hogar. El Pachuca de Diego Alonso, conjunto bipolar, plantó la buena cara en el Estadio Azteca: la bisoña y seductora. Con una pizca de malicia y altas dosis de adrenalina, los Tuzos golpearon hasta la inconsciencia al ave. ¿Suenan las golondrinas para el águila?

El América, se sabe, vive en un perpetuo estado de emergencia. Pasa de la grandiosidad al esperpento con mayor velocidad que con la que Erick Gutiérrez e Hirving Lozano surcan las praderas. Los elogios de la semana pasada en el Estadio Jalisco se transfiguraron en la música de viento que exhalaban las gradas del Azteca. Así es y así será. No obstante, los azulcremas salieron al campo empeñados en despejar las dudas y e instalar un alambrado electrificado para que nadie ose con profanar su morada. El tiro libre al poste de Brian Lozano fue la primera descarga eléctrica. González y el "Conejo" hicieron malabares con el cuero aún galvánico. Pronto, el guión retomó su hilo narrativo: la pelota encontró en la punta del zapato de Ventura Alvarado la fuerza suficiente para acurrucarse en las redes de Muñoz. Fuego amigo. A decir, una pistola con silenciador. 

El segundo disparo fue aún más estruendoso. Diego Alonso desató las correas a Gutiérrez, Urretaviscaya, Pizarro y Lozano. Rayos y centellas. Al América lo azotaba una secuencia demencial de vientos huracanados, por este, oeste, norte y sur. Entonces, Gutiérrez envió un rayo que quemó las manos de Muñoz que Jara, en rebote, convirtió en el segundo gol del partido. El semblante adusto de Ambriz ilustraba lo que toda la feligresía americanista pensaba: "otra vez".

Quien es incapaz de hacer respetar su hogar, no merece tenerlo. El América, espléndido anfitrión, ha dejado que los invitados le saqueen el refrigerador, cortejen a su mujer y alboroten las sábanas de su cama; licencias que nadie otorgaría (cuatro triunfos, dos empates, cinco derrotas). Las 'Águilas' recuperaron algo de su dignidad gracias al gol atómico de Rubens Sambueza (y a la dejación del Pachuca, habrá que decir): punterazo plutónico desde la frontal del área que explotó en la unión de las redes y el poste que las sostiene. Rubens, nombre de pintor. 

En un desesperado esfuerzo por recuperar lo perdido, el América apeló a sus antecedentes de resurrección. Murillo casi repite la triquiñuela de Ventura, pero su cabezazo amenazante fue negado por el poste. Después de que Aguilar tiró por la borda el empate tras un centro de Darwin Quintero, el Pachuca usó la fuerza de su rival para liquidarlo. Lozano remató una caricia de Botta y Víctor Guzmán accionó una bomba atómica desde tres cuartos de cancha que Muñoz creyó una simple granada. En su afán de rescatarse, el América se despojó de su armadura, la fundió y forjó un arsenal que le resultó infructuoso sin blindaje alguno. Su castillo ha sido tomado, una vez más. Y, quién sabe, si Ambriz volverá para reconquistarlo.