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Marlen Treviño

¿Podemos ser adictos al queso?

De acuerdo a un estudio, la adicción al queso es real y se compara a los efectos que producen en el cuerpo determinadas drogas como el alcohol y el tabaco.

No sabes por qué, pero cuando empiezas a sentir hambre ¿Siempre piensas en una quesadilla o una pizza con mucho queso?

Pues quizá seas uno de los “Quesohólicos” anónimos. De acuerdo a un estudio elaborado por la Universidad de Michigan, la adicción al queso es real y se compara a los efectos que producen en el cuerpo determinadas drogas como el alcohol y el tabaco.

¿Por qué se produce la adicción al queso?

Ese antojo constante de comer alimentos que contenga queso, son provocadas por una sustancia que todos los lácteos poseen, la caseína. La diferencia es que en el queso esta proteína se encuentra muy concentrada debido a su proceso de fabricación.

Cuando se digiere, la caseína genera en tu organismo unos opiáceos llamados casomorfinas. Que de manera natural activan los receptores de dopamina (hormonas de la felicidad y bienestar) y generan esta adicción. Algo muy similar a lo que sucede con el café o el chocolate.

Este compuesto es clave para explicar por qué no puedes comer solo un cuadrito de queso. Tu cerebro activa esta sensación de bienestar que se pued volver adictiva con facilidad.

¿Cómo evitar la adicción?

La buena noticia es que es posible liberar al cuerpo de la necesidad de este alimento, algo que es muy necesario sobre todo cuando estás en régimen de adelgazar.

La recomendación es ir disminuyendo el consumo de queso poco a poco y ser conscientes que se requieren cerca de dos meses de haberlo evitado para que el cerebro recuerde “sin carga emocional” ese elemento que le produce placer, así como ocurre con otras sustancias como el tabaco, el alcohol, etc.

Lo bueno y lo malo del queso

No puedo dejar de mencionar que el queso tiene algunas propiedades muy beneficiosas, en su contenido destacan las proteínas, el calcio y el fósforo. Lo que lo hace un alimento con alto valor nutritivo.

Sin embargo, ocasiona estreñimiento y tiene un elevado contenido de grasas. Por eso debe comerse con moderación y en caso de sobrepeso es mejor evitarlo.

Además su elevado contenido en sodio no lo hace indicado para personas con hipertensión arterial.

No todos los quesos son iguales

Como todo en esta vida, la moderación es clave. Cuida tus porciones y elige los que tengan menos calorías y grasa, como el queso feta, el mozzarella descremado, requesón, ricota o panela. Y evita los más procesados como el parmesano, azul, roquefort, brie, emmental o americano cuyo nivel en sodio y grasas es muy alto.

Escogiendo aquellos quesos que sin perder la cantidad de proteínas y calcio aporten menos grasas y sodio a nuestros platos, podemos disfrutarlos de vez en cuando, con medida y cuidando que no se vuelvan una adicción.

¿Conoces a algún adicto al queso?

¡Nos leemos pronto!

Lic. Marlen Treviño.

Coach en Nutrición Deportiva.

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Web: www.MarlenTrevino.com