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Qatar, ¿el golpe que se necesita para reaccionar?

Ciudad de MéxicoActualizado a

La Selección Mexicana Femenil fracasó. En el Premundial de la Concacaf perdió por la mínima contra Jamaica y 3-0 contra Haití. No importa de qué selección, de qué categoría estemos hablando, Haití no le puede meter tres goles a México sin respuesta. Es un rotundo fracaso.

A esta situación podemos sumar que la Selección mayor varonil se ve tan endeble y frágil como un cristal en su camino rumbo a Qatar. El panorama pinta complicado y no parece haber ningún tipo de acción para tratar de prevenir lo que se vislumbra como un Mundial para el olvido. Me atrevería a decir que el peor de los últimos años, sino es que de la historia.

Es una realidad que las selecciones mexicanas viven una crisis ¿Porqué? ¿Es el mismo caso? ¿Los mismos factores? ¿La misma solución? En esencia, sí; pero en forma, no. Hay muchos elementos a considerar y otros en los que, si no existe un cambio de fondo y real, viviremos en una espiral en la que, personalmente, me cansó.

En primer lugar habría que hacer una clara distinción entre el fútbol femenil y el varonil. Son dos deportes distintos. No llevan el mismo tiempo de existir, no cuentan con el mismo apoyo, la misma difusión. A pesar de que este Premundial es una vergüenza, proporcionalmente la selección femenil ha logrado más con menos. Invitaría a la nueva Dirección de Selecciones a analizar el porqué y a tratar de imitar procesos que eran amateurs y olvidados y aún así lograron éxitos.

Siempre he pensado que el fútbol femenil es el fútbol en su estado más puro. Es la capacidad honesta del juego, el gusto por el deporte y, ahora, la posibilidad de jugarlo con oportunidades tristemente inexistentes hace unos años. Pero, al parecer, el crecimiento del fútbol femenil no se ha podido desvincular de la peor parte del varonil, lo ha contaminado y corrompido, porque se han sobrepuesto las prioridades que han roto al deporte más popular de nuestro país.

El futbol es un negocio y como tal debe de subsistir. Pero ni en el fútbol, ni en ninguna otra empresa el dinero debe ser la prioridad número uno, por contradictorio que suene, porque entonces se pierde foco de qué se está haciendo y así es muy fácil perder el rumbo. Desde hace muchos años en la selección nacional el factor financiero está por encima del deportivo; el dinero se ha comido al fútbol y sin fútbol no hay producto que vender. Ya nos quedamos sin producto.

No importan los nombres, el puesto, los títulos directivos: las nuevas cabezas de la diligencia de selecciones nacionales deben tener el objetivo de rescatar el fútbol. De priorizar el deporte, de devolvernos a los aficionados la ilusión, de llenarnos a los analistas de la pasión que queremos compartir. Teniendo eso, el dinero llueve. Garantizado. Sobran las giras por Estados Unidos a partidos mediocres que solo desgastan al aficionado económica y, sobre todo, emocionalmente.

El fútbol y sus principios están muy ligados a la naturaleza humana, es como si fuera parte de nuestro ADN; nos atrae, nos engancha, nos seduce. A eso debemos volver, al fútbol; todo lo demás es desilusionante y muy frustrante. Espero que no tenga que ser Qatar el golpe que se necesite para reaccionar.