Proyecto fallido con humillación incluida
Normalmente, en la Liga MX no suele haber diferencias abismales entre el nivel de los equipos. Por ello, cuando ocurre una goleada se suele hablar de accidentes del futbol. Sin embargo, lo sucedido en el Estadio Azteca en el llamado Clásico Joven no fue circunstancial, sino el resultado de un proyecto fallido que trajo consigo una de las mayores humillaciones en la historia de Cruz Azul. Se trata de una derrota que deberá calar en lo profundo de la institución. No sólo por el marcador, sino por el rival y las formas de juego. El daño está hecho, pero ahora, ¿quién pagará los platos rotos por el fracaso de este proyecto?
Al menos en el plano discursivo, hace un par de meses parecía que la Directiva de Cruz Azul quería dar carpetazo con los viejos vicios y cambiar la manera de hacer las cosas. Ahora sí, hacerlas bien. En este mismo espacio, se celebró que la Directiva contara con un Director Deportivo que a su vez, sería el responsable de elegir al Director Técnico para encabezar un proyecto. Así, en conjunto, ambos directores debían delinear la plantilla para alcanzar los objetivos deportivos y administrativos de la institución. Al menos, en principio, parecía un buen arranque.
De igual manera, se reconoció la sensatez del técnico uruguayo al no pedir ningún refuerzo hasta no conocer totalmente a la plantilla e identificar sus áreas endebles. Parecía una manifestación de prudencia darse la oportunidad de hacer pretemporada con los jugadores que ya formaban parte de la institución, antes de contratar por el simple hecho de hacer fichajes. Por si fuera poco, las victorias ante el Atlas en la Supercopa y ante los siempre complicados Tigres en calidad de visitante, hacía pensar que, efectivamente, iniciaba una nueva etapa en Cruz Azul. Hasta este momento, todo parecía ir bien, a paso lento, pero seguro.
Sin embargo, nunca se logró sincronizar el discurso con la puesta en práctica de las palabras. Una serie de errores se fueron concatenando de tal manera que terminaron por materializar la derrota más abultada en los 58 años de historia de Cruz Azul en Primera División. La estrecha calendarización ha impreso un ritmo vertiginoso en el torneo en donde no hubo oportunidad alguna de hacer una pausa para replantear. En poco más mes y medio ya transcurrieron diez jornadas y lejos de ir consolidando el proyecto, el accionar del equipo fue involucionando. El despliegue mostraba un retroceso significativo entre cada jornada.
La directiva fue incapaz de cerrar los fichajes solicitados por el entrenador. Después de demorar varias jornadas, terminaron por hacer contrataciones más cercanas a fichajes de pánico que a productos de una planeación detallada, casos concretos de Escoboza y Estrada.
En la cancha, el técnico charrúa nunca terminó por poder plasmar su estilo en el equipo. Los jugadores fueron perdiendo confianza, lucían confundidos en el campo de juego y también, fuera de forma física. En varios de los goles recibidos en los últimos juegos, los jugadores se han visto rebasados no sólo tácticamente sino en velocidad y condición (casos de Rotondi y Funes Mori). El delantero sobre el que construirían el ataque partió a Europa en la jornada 5 y desde entonces, los delanteros se han combinado para marcar un gol en cinco fechas. La suma de todos los factores terminó como era previsible, con un fracaso colosal.
Hay derrotas que cimbran con tanta intensidad que pueden acabar con proyectos y carreras deportivas. Ejemplos hay muchos, como aquella del premundial de 2008 que marcó un parteaguas en la carrera de futbolistas como Landín, Villaluz y Santiago Fernández. Hugo Sánchez se despidió como entrenador de la selección y cada vez luce más lejana la posibilidad de que el Pentapichichi tenga una segunda oportunidad al mando del combinado nacional.
Lamentablemente para la causa celeste, Cruz Azul no es ajeno a estas historias. En marzo de 2003, Cruz Azul era dirigido por Mario Carrillo y en 9 partidos, había cosechado la raquítica cantidad de seis puntos. Disputando la Copa Libertadores, regresaron de Uruguay con las maletas cargadas de goles en contra, goleada de escándalo 6-1 ante el Fénix. En aquel momento, en un movimiento sin precedentes, la directiva encabezada por Billy Álvarez optó por despedir al entrenador y rescindir el contrato de todos los jugadores del primer equipo y negoció su recontratación bajo un esquema de rendimientos, en donde los jugadores debían conseguir al menos, 23 de los 30 puntos restantes. No todos los jugadores aceptaron y sólo algunos fueron reincorporados al plantel, entre ellos, el hoy entrenador de porteros, Óscar Pérez y las bajas fueron suplidas por jugadores de las fuerzas básicas.
Despedir al entrenador, siempre es el camino más sencillo e inmediato. Pero, como solución no basta. Los demás corresponsables deberán asumir la responsabilidad por el fracaso. ¿Habrá algún directivo que reconozca y asuma su responsabilidad por este proyecto fallido? ¿Quién será el principal responsable si Ordiales, quien diseñó el equipo ya no labora en la institución? ¿habrá alguna consecuencia inmediata para los jugadores? ¿Se tomará una decisión similar al antecedente de 2003? En este momento, Aguirre y su gente ya deben tener las maletas listas y el boleto de regreso a su natal Uruguay, pero no debería ser el único movimiento que deje un proyecto fallido con la peor humillación incluida.