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Ciudad de México

Dominado por un recuerdo tenebroso Cruz Azul se presentó a otra semifinal con el cuerpo tembloroso: pocas veces hemos visto un líder tan temeroso. Sus miedos tenían una explicación, estaba jugando dentro de una antigua pesadilla. Desconfiado de su pasado perdió contacto con sus tradiciones: olvidó cómo jugaba, mientras América, un clásico del terror, convertía el partido en una obra maestra.

Incapaz de escapar de ella Cruz Azul contempló durante 180 minutos su última tragedia: estudió los manuales, revisó los protocolos, recargó las alarmas y despejó las salidas de emergencia pero no fue posible evitarla.

De forma macabra la Máquina estaba jugando un partido que no ha terminado en décadas: no importa cuánto dure, al final, siempre pierde con el América.

La temporada soñada se había transformado, otra vez, en una fachada. América logró convertir la precaución en astucia, esa característica que tienen los campeones que nacen en las liguillas e incluyó el reloj en el juego sabiendo que el tiempo, es el enemigo más cruel de su rival.

Lo único que faltaba era esperar, sentarse a repetir la historia, y quizá, en algún momento, compadecerse de un adversario que ha encontrado en las implacables y tenaces manecillas a su peor enemigo: la única máquina que puede rescatar a Cruz Azul de esta racha macabra, es la del tiempo.

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