Hyundai y Kia ya son la tercera potencia automotriz en México

A menudo, las cifras oficiales nos cuentan una historia incompleta. Si se revisan los reportes mensuales que publica la AMDA, se verá un desfile de nombres familiares liderando la tabla: Nissan en la cima, seguido habitualmente por General Motors y Grupo Volkswagen.

Es la fotografía tradicional del mercado mexicano, una que hemos visto repetirse en las últimas décadas. No obstante, la situación cambia radicalmente si ajustamos el lente y agrupamos a los jugadores por su verdadero ADN corporativo.

Aquí es donde entra el fenómeno surcoreano. Aunque en operaciones, pisos de venta operan con logotipos distintos y redes de distribuidores separadas, Hyundai y Kia funciona bajo el paraguas de Hyundai Motor Group.

Si hiciéramos el ejercicio matemático de sumar sus volúmenes de venta —tal como lo hace con Chevrolet, Buick y GMC para formar GM, o con las marcas del grupo alemán— el resultado sacudiría el tablero.

Por ejemplo, los datos del acumulado anual a noviembre de 2025 son contundentes. Hyundai Motor Group ha colocado en las calles un total de 149,625 unidades vendidas (Kia más de 100,000 unidades y Hyundai casi 49,000 unidades).

Este volumen no es poca cosa, ya que representa una participación de mercado del 11.0%. Con estas cifras en mano, el conglomerado se instala cómodamente como el tercer fabricante con más ventas en México, desplazando a Grupo Volkswagen y colocándose muy cerca de General Motors.

El verdadero peso de Corea del Sur

Si se toman en cuenta estos datos, entonces la narrativa de que “los japoneses y americanos dominan todo” empezaría a flaquear. La estrategia de Hyundai y Kia ha sido de pinza: mientras una marca apuesta por diseños agresivos y juveniles, la otra mantiene una línea más sobria. Juntas, cubren prácticamente todos los segmentos de mayor demanda en el mercado, desde autos subcompactos hasta los SUV medianos de tres filas.

Lo interesante es que este ascenso no ocurrió por casualidad ni por suerte. Se dio gracias a una lectura precisa de lo que el conductor mexicano necesitaba hace diez años: seguridad desde las versiones base, garantías extensas, calidad y confiabilidad, así como una notable dinámica de conducción. Esa fue la grieta por donde se colaron y cimentaron su éxito actual.

Novedades que marcan el ritmo

El verdadero cambio de juego este año no está en una ficha técnica, sino en la audacia visual que han desplegado. La timidez estética quedó atrás para dar paso a lenguajes de diseño que polarizan y atraen a partes iguales.

Vemos parrillas iluminadas integradas a la carrocería y siluetas tipo “fastback” en sedanes familiares que, históricamente, eran cajas aburridas. Esta revolución provoca que el consumidor voltee a ver un auto generalista con la misma curiosidad con la que miraría a uno premium, elevando la percepción de estatus sin disparar el precio.

Otro pilar fundamental ha sido la democratización de la seguridad activa. La tecnología de asistencias a la conducción (ADAS), que incluye frenado autónomo de emergencia y mantenimiento de carril, ha dejado de ser exclusiva de las versiones tope de gama.

Hyundai y Kia han comenzado a permear estos sistemas en niveles intermedios, obligando a la competencia a reaccionar. Ya no basta con ofrecer bolsas de aire; ahora la exigencia es que el auto ayude a evitar el accidente, y los coreanos están liderando esa estandarización en el mercado de volumen.

Propuesta de valor

La ingeniería detrás de estos autos revela una “tropicalización” excepcionalmente bien ejecutada. La puesta a punto de la suspensión parece diseñada específicamente para la compleja orografía de nuestras calles.

Los amortiguadores absorben irregularidades y baches que, en otros vehículos, provocarían golpes secos o desajustes prematuros. Esta robustez en el andar transmite una sensación de solidez que el conductor agradece cada vez que enfrenta el asfalto maltratado de la ciudad.

El confort térmico y acústico es otro aspecto donde han puesto especial atención. Los sistemas de aire acondicionado enfrían la cabina con una potencia notable, pensada para climas extremos, mientras que el aislamiento de la cabina filtra el ruido exterior de manera superior al promedio del segmento.

La experiencia sensorial se completa con detalles táctiles: el peso de las puertas al cerrar y la firmeza de los botones en el tablero comunican una calidad de construcción que promete durabilidad, alejándose de la sensación de fragilidad que a veces acompaña a los autos económicos.

La estrategia de precios

Hablar de dinero siempre es delicado, sobre todo con la inflación actual de los vehículos. Aquí el grupo surcoreano ha jugado con inteligencia. No son la opción “barata” como compiten las marcas chinas, sino que se posicionan en la parte media-alta de sus segmentos, pero justifican cada peso extra.

La percepción de valor es su mejor arma. El cliente siente que, aunque pague un poco más que por un competidor básico, se lleva un auto que no parece flotillero. Con la garantía de siete años o 150,000 kilómetros en el caso de Kia, y de 5 años en Hyundai, obligaron a la competencia a mejorar sus propias coberturas, elevando el estándar de toda la industria.

¿Por qué seducen al consumidor en México?

Al final del día, el éxito de Hyundai y Kia radica en la confianza. Llegaron prometiendo que no se irían y que tendrían refacciones, y cumplieron. En un mercado donde el servicio postventa suele ser el talón de Aquiles de muchas marcas nuevas (especialmente las que llegan de China hoy en día), los coreanos han construido una reputación de solidez.

Se han convertido en la opción segura. Ya no son la “alternativa exótica”, son la compra racional. Esa transformación de underdog a mainstream, respaldada por ese 11% del mercado, es lo que hoy les permite mirar a los ojos a Nissan y GM, consolidándose como esa tercera fuerza ineludible que mueve a México.