F1 in Schools: cómo enseñar ciencia y matemáticas a través del automovilismo
El programa, amparado por la Fórmula 1, combina deporte y ciencia. Está presente en 58 países, incluido México, con más de 2.5 millones de alumnos.
Para poner un Fórmula 1 en la pista hay miles de esfuerzos. Una sucesión aparentemente interminable de números, cálculos, ecuaciones, bocetos, pruebas, errores, análisis, reuniones, confecciones. Todo termina en el piloto y el bólido, las cabezas de un procedimiento integral; para que ello ocurriera, muchas cosas pasaron antes. La ciencia al servicio del espectáculo. Y de la educación. Y es que la Fórmula 1, al involucrar tantas ramas del conocimiento humano, es una plataforma idónea para incentivar al aprendizaje y dominio prematuro de éstas.
F1 in Schools es una organización sin fines de lucro, afincada en el Reino Unido y fundada por Andrew Denford en 1997, aunque cuenta con el beneplácito del máximo circuito del automovilismo. Utiliza el esquema educativo STEM -ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas- para que los niños y jóvenes aprendan y apliquen los conceptos centrales en la construcción de un coche a escala. El propósito es combatir el prejuicio que suele alejar a los estudiantes de las disciplinas técnicas. Alentarlos a crear, a hacer ciencia e ingeniería con diversión de por medio. “Cuando le preguntas a un alumno de bachillerato qué quiere estudiar, te dice de todo menos alguna carrera con números. Se ha hecho una mala labor por parte de los docentes en las áreas de matemáticas y física. También se atribuye a las familias, que el papá o la mamá te dicen que las matemáticas son difíciles, que no son para todos”, explica Eduardo Galindo, Chief Operating Officer de F1 in Schools en Norteamérica.
En Estados Unidos, empresas como Bay Systems y agencias gubernamentales como la NASA se han abocado a intervenir en los planes de estudio en educación secundaria y de bachillerato para utilizar los cuatro ejes de forma transversal en las materias convencionales: enseñar geografía con drones, idiomas con programación, arte y música con software de edición e Inteligencia Artificial. Usar la tecnología como herramienta de enseñanza. “Se les prohibía a los alumnos llevar laptops o celulares a los salones. Eso ha cambiado. Necesitamos creadores de tecnología, no sólo usuarios de tecnología. La forma de aprender ha cambiado; el proceso se aceleró tras la pandemia del COVID-19. El problema es que la forma de enseñanza no ha cambiado demasiado: se siguen dando clases como en la época de la Revolución Industrial, con el cometido de hacer tareas repetitivas”, argumentó Galindo, contador público por el ITAM, nacido en la Ciudad de México aunque residente en Austin, Texas, por los últimos 12 años. En esta área de oportunidad entra en escena F1 in Schools, refrenda Galindo: “Es una cruzada para que el alumno pueda integrarse a este mundo, darle los skills necesarios para que pueda tener acceso a las oportunidades de trabajo nuevas”.
Ahora mismo, F1 in Schools opera en 58 países, con 2.5 millones de alumnos de bachillerato. El programa tiene tres fuentes de financiamiento, al tratarse de una non-profit: patrocinios, que aportan la mayor parte (80%); inversión de los distritos escolares; y oportunidades a fondo perdido si se demuestra que los recursos se destinan a la certificación de profesores. Los estudiantes tienen varias vías para ingresar a F1 in Schools; en Estados Unidos y Canadá pueden gozar del acceso al currículo mediante los centros educativos de gobierno: “Las escuelas interesadas adaptan su plan de estudios, involucran STEM, y se ofrece al 100% de los alumnos”. Otro camino es la organización extra-curricular: “Si un padre de familia arma un equipo con los amigos de sus hijos, o los boy scouts, pueden recibir también los cursos”, detalla Galindo.
Una F1 a escala
La puesta en escena de los conocimientos adquiridos desemboca en la gran tarima de F1 in Schools: las competencias. Los mejores proyectos pueden optar a desarrollar su propio bólido, aunque en modelo miniatura. Todo desde cero. Y ponerlo a prueba contra otros. Una aproximación, muy cercana, a cómo trabaja un equipo de Fórmula 1 con su propio coche. Planeación, diseño, construcción, tests y carrera. Fusión 360 proporciona el 100% de las licencias del software para esquematizar los mini-vehículos. Tal dinámica ha servido para que los talleres de las escuderías de F1 se nutran de talento nuevo: alumnos del programa ya han incursionado en Williams, Haas o Alfa Romeo. También hay egresados en Apple, Microsoft, Facebook, IBM, Google, General Motors, Tesla, Rolls Royce, y un largo etcétera.
Hay torneos locales, estatales y nacionales. E incluso un Mundial anual. El de 2023 será en Singapur, en septiembre próximo. Son equipos de cinco a seis integrantes. Se califica todo: la aerodinámica del coche, el diseño, el trabajo en equipo, el procedimiento ingenieril, los acuerdos de marketing y patrocinio. Y está, claro, la prueba de velocidad y el sistema empleado para registro de los tiempos. “El coche se hace con CAD (Computer-aided design) a partir de piezas mecánicas, como un ladrillo, un bloque de acero, o de madera. Y el software te ayuda a moldear la figura del coche, como si lo cincelaran”, desarrolla Galindo. Después, cada modelo ya terminado, previo análisis de diseño e ingeniería, entra en una pequeña pista de 20 de metros de largo, hecha a base de nylon. Algunos llegan hasta los 75 km/h. Los carros salen disparados por el track con la ayuda de cartuchos de CO2. Inglaterra, Australia y Estados Unidos son los países que suelen presentar a los equipos más potentes.
México es un asiduo participante, aunque no ha logrado el campeonato. “La Universidad Panamericana y los tecnológicos de gobierno suelen llevar la batuta. Se trabaja a través de la red de CONALEP, con el apoyo de Héctor Tello. Esto abre muchas oportunidades, no sólo para la Fórmula 1, sino para las carreras de STEM en México”, enfatizó Galindo. El representativo mexicano que competirá en Singapur provendrá, ahora, de Aguascalientes: “Siempre se ha hecho un buen papel. No será la excepción”.