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Dirección hidráulica vs. eléctrica: ¿Cuál es la diferencia?

Gracias a la dirección asistida, girar el volante es pan comido. ¿Magia? No, tecnología.

Luis Hernández del Arco
Luis Hernández del Arco
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Foto: Freepik

Antes de comenzar, es crucial entender que la dirección asistida de un auto, ya sea hidráulica o eléctrica, tiene un único objetivo: reducir el esfuerzo del conductor al girar el volante.

Sin ella, dar vuelta al volante, especialmente a bajas velocidades o en parado, sería una tarea titánica. Ahora bien, ¿cómo funciona la dirección en un automóvil? En esencia, cuando se gira el volante, un conjunto de engranajes y varillas transmiten ese movimiento a las ruedas delanteras, haciendo que cambien de dirección.

No obstante, este proceso requiere una fuerza considerable, y ahí es donde entra en juego la magia de la asistencia, ya sea a través de la fuerza hidráulica o la energía eléctrica.

Foto: Volkswagen
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Foto: Volkswagen

Dirección hidráulica

Realmente, la dirección hidráulica, la veterana en este campo, ha dominado el mercado durante décadas. Su funcionamiento se basa en un sistema hidráulico, es decir, utiliza un fluido a presión para ayudar al conductor a girar las ruedas.

Para entenderlo mejor, hay que pensar en una manguera de riego. Cuando el agua fluye, ésta se vuelve más rígida y fácil de dirigir. De manera similar, en la dirección hidráulica, el fluido a presión “empuja” la cremallera de la dirección, facilitando el giro de las ruedas.

Todo el sistema consta de una bomba hidráulica, impulsada por el motor del coche, que genera la presión del fluido. Esta presión se transmite a una caja de dirección, donde un pistón se mueve en respuesta al giro del volante.

Cuanto más se gira el volante, mayor es la presión del fluido y, por lo tanto, mayor la asistencia que se recibe. Es como si la manguera de riego tuviera una boquilla ajustable: cuanto más se abre, mayor es la fuerza del agua y más fácil es dirigirla.

No obstante, a pesar de su eficacia, la dirección hidráulica tiene sus inconvenientes. Al estar conectada al motor, consume energía de forma constante, incluso cuando no se está girando el volante. Esto se traduce en un mayor consumo de combustible y, en consecuencia, en un impacto ambiental más significativo. Asimismo, el sistema hidráulico es más complejo y requiere un mantenimiento periódico, como el cambio del fluido.

Foto: Honda
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Foto: Honda

Dirección eléctrica

Por su parte, la dirección eléctrica representa una alternativa más moderna y eficiente. En lugar de fluidos, utiliza un motor eléctrico para proporcionar la asistencia. Este mecanismo se activa únicamente cuando se gira el volante, lo que se traduce en un menor consumo de energía y una mayor eficiencia.

Es como si se tuviera una bicicleta eléctrica: el motor solo se activa cuando se pedalea, proporcionando asistencia en las subidas o cuando necesitamos un impulso extra.

Más en concreto, el motor eléctrico está conectado a la columna de dirección o a la cremallera, y su funcionamiento se controla mediante una unidad de control electrónico (ECU).

Esta ECU recibe información de diversos sensores, como el ángulo de giro del volante y la velocidad del vehículo, para determinar la cantidad de asistencia necesaria en cada momento. Es como si la bicicleta eléctrica tuviera un “cerebro” que ajusta la potencia del motor en función del terreno y de nuestra velocidad.

En sí, la dirección eléctrica ofrece numerosas ventajas. Al ser más compacta y ligera, permite un mayor espacio en el compartimento del motor. Asimismo, su funcionamiento es más preciso y suave, y se adapta a las condiciones de conducción.

Por ejemplo, a bajas velocidades, la asistencia es mayor para facilitar las maniobras, mientras que a altas velocidades se reduce para proporcionar una mayor estabilidad.

Foto: SEAT
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Foto: SEAT

Un vistazo al futuro

Si bien la dirección hidráulica sigue presente en algunos modelos, la dirección eléctrica se está convirtiendo rápidamente en el estándar de la industria. Su eficiencia, precisión y adaptabilidad la convierten en la opción ideal para los vehículos modernos.

Es más, la dirección eléctrica es un componente clave en el desarrollo de tecnologías de conducción autónoma, ya que permite un control preciso de la dirección por parte de los sistemas informáticos.

En definitiva, la próxima vez que se gire el volante con suavidad y precisión, hay que recordar que detrás de esa aparente simplicidad se esconde una tecnología fascinante que ha evolucionado a lo largo de los años.

Ya sea hidráulica o eléctrica, la dirección asistida ha transformado la experiencia al volante, haciéndola más cómoda, segura y eficiente.

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