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Chrysler Phantom: El auto que marcó época en México

En la década de 1980, tener un Phantom era decir “llegué, y llegué con estilo”.

Luis Hernández del Arco
Luis Hernández del Arco
ldelarco
Foto: Chrysler

Hasta la década de 1980, debido a las políticas económicas, en México no había tantas opciones de marcas de autos y modelos como lo es hoy en día. En ese entonces, las opciones se contaban con los dedos de una mano y tener un lujo solo estaba al alcance de pocos.

Dentro de este panorama que no tiene nada que ver con lo que es la industria automotriz de la actualidad, existía un modelo que se convertiría en un ícono de la cultura mexicana, un objeto de deseo: el Chrysler Phantom.

Este modelo, que en Estados Unidos era vendido como, LeBaron se colocó como un símbolo de lujo ante la ausencia de las marcas premium que hoy dominan las calles, como Audi, Mercedes-Benz o BMW. Eso era inexistente en México. En este escenario, los fabricantes nacionales como Chrysler, Ford y General Motors, junto con Nissan y Volkswagen, dominaban el mercado.

No obstante, había un vacío. No existía una oferta de autos que combinaran lujo, deportividad y exclusividad. Ahí es donde el Phantom entró en escena. Basado en la plataforma K de Chrysler, la misma del exitoso Chrysler New Yorker, este auto ofrecía algo distinto. Un diseño atrevido, con líneas musculosas y una apariencia deportiva que lo diferenciaba de la sobriedad de otros modelos.

Foto: Chrysler
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Foto: Chrysler

Un símbolo de estatus y poder

De hecho, el Phantom no era solo un auto bonito, también era un símbolo de estatus. En un tiempo donde las marcas de lujo extranjeras eran inaccesibles, poseer un Phantom era eso: una muestra de poder adquisitivo. Era el auto del empresario exitoso, del político en ascenso, del artista consagrado.

Por otra parte, su interior no se quedaba atrás. Asientos de piel, tablero con insertos de madera (o imitación, dependiendo del año y la versión), aire acondicionado, vidrios eléctricos, y un equipo de sonido, este modelo era la envidia de muchos. En sí, el Phantom ofrecía un nivel de confort y equipamiento que no se encontraba en otros autos nacionales.

Dos versiones para dos personalidades

Este Phantom se ofrecía en dos versiones: el Phantom R/T y el Phantom ES, y esto era un punto a su favor. En el caso del R/T, la versión deportiva, equipaba un motor 2.2 litros turbo, aunque no era un monstruo de potencia, entregaba una respuesta ágil y un sonido que emocionaba. Esta versión, a su vez, era una excelente opción para quien buscaba un auto que no solo fuera un medio de transporte.

Sin embargo, el Phantom ES era la versión de lujo. Con un motor 2.5 litros aspirado, era menos potente que el R/T, pero ofrecía una conducción más suave y refinada, y era la versión ideal para quien buscaba comodidad y elegancia.

Foto: Chrysler
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Foto: Chrysler

Un auto que no tenía rival

Igualmente, el Phantom no tenía un rival directo en el mercado mexicano, o al menos no uno que tuviera tanto éxito. Estaba el Ford Mustang, que era más caro y menos espacioso, el Chevrolet Cavalier Z24 era una opción interesante, pero no tenía el mismo nivel de lujo y prestigio. Al igual, estaba el Nissan Hikari, una opción de buen diseño y prestaciones, sin embargo, tampoco tenía el factor de lujo.

De hecho, el Phantom se encontraba en una categoría propia. Era un auto único, que combinaba lo mejor de dos mundos: la deportividad y el lujo.

Un legado que perdura

A pesar de que han pasado más de 30 años desde que el último Phantom salió de la línea de producción, su legado sigue vivo. Asimismo, se convirtió en un auto de culto, y hoy en día, es común ver a entusiastas que restauran y conservan estos vehículos.

De igual manera, el Phantom es un recordatorio de una época en la que la industria automotriz mexicana era muy distinta. Una época en la que un auto nacional podía ser un símbolo de estatus y objeto de deseo.

Por consiguiente, el Phantom es más que un simple auto. A causa de lo que significó, es un ícono, una leyenda, una parte importante de la historia automotriz de México. Aunque su diseño pudiera parecer obsoleto para las nuevas generaciones, para la gente que creció en la década de 1980 y 1990, es un parteaguas, algo que no se puede olvidar.

Al igual que otros modelos, el Chrysler Phantom es un auto que marcó una época en México. Un modelo que se convirtió en un símbolo de estatus, en un objeto de deseo, en una leyenda. Un auto que, a pesar de los años, sigue vivo en la memoria y el corazón de los mexicanos.

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