BYD retira autos: El valor del respaldo frente a las marcas que callan
Mientras algunos ven un defecto, el llamado a revisión de más de 115,000 unidades de BYD es, en realidad, un ejercicio de transparencia que protege al cliente.

Casi siempre, el término “llamado a revisión” o “recall” genera una reacción visceral de alarma. Inevitablemente, se asocia con fallas, peligro y desconfianza. Y bueon, la noticia reciente de que BYD retira autos no es la excepción; hablamos de una cifra considerable de vehículos que deben volver al taller.
Específicamente, la Administración Estatal de Regulación del Mercado (SAMR) en China ha señalado que un total más de 115,000 unidades de los modelos SUV Tang y Yuan Pro, producidos entre 2015 y 2022, presentan potenciales defectos de diseño en sus componentes.
Estas no son fallas menores; podrían causar un funcionamiento anormal. Aun así, la conversación que deberíamos estar teniendo no es sobre la existencia de la falla, sino sobre la naturaleza de la respuesta.
Lejos de ser un escándalo que entierre la reputación de BYD, esta movida proactiva es, paradójicamente, una de las demostraciones más sólidas de respaldo y compromiso que un fabricante puede ofrecer a sus clientes. Es un movimiento que, de hecho, debería generar más confianza, no menos.

El contexto del llamado a revisión de BYD
Para entender la magnitud del compromiso, es fundamental detallar lo que está ocurriendo. No se trata de un problema cosmético. El objetivo de esta revisión masiva es corregir problemas serios que van desde fallos potenciales en el controlador del motor de accionamiento hasta deficiencias detectadas en el sellado del paquete de baterías. Ambos son componentes críticos en vehículos, especialmente en híbridos enchufables (PHEV) y eléctricos.
El primer grupo afectado, bajo el código de revisión S2025M0165I, involucra a 44,535 unidades del popular SUV Tang en versión PHEV, fabricados entre marzo de 2015 y julio de 2017.
En este lote, el análisis apunta a un problema de diseño y selección de componentes en el controlador del motor. Esto, en términos sencillos, podría provocar una función de descarga activa anormal durante el uso del vehículo.
El segundo grupo es aún mayor, afectando a los modelos Yuan Pro, donde las deficiencias en el sellado de la batería podrían comprometer la integridad del sistema de alto voltaje.
BYD, al identificar o ser notificado de estas condiciones, ha tomado la única ruta éticamente viable: llamar a cada propietario para solucionar el problema sin costo alguno. Esta acción implica un desembolso logístico y financiero gigantesco para la compañía, todo en nombre de la seguridad del cliente.
¿Por qué aplaudir cuando un fabricante anuncia fallas?
Aquí es donde la perspectiva debe cambiar drásticamente. Pensemos por un momento en la complejidad de un automóvil moderno. Son máquinas con decenas de miles de componentes, software complejo y sistemas interconectados.
En esta maraña de ingeniería, ninguna marca de autos está exenta de defectos o fallas en algunos de sus componentes. Ni las marcas de lujo con décadas de historia, ni las nuevas potencias tecnológicas. El error es una variable estadísticamente inevitable en la producción en masa.
Por consiguiente, la diferencia crucial no radica en si una marca tendrá un problema, sino en cómo responde cuando ese problema aparece. Cuando una compañía como BYD inicia un recall, está comunicando varios mensajes poderosos.
Primero, que posee sistemas de monitoreo y control de calidad postventa que siguen funcionando años después de que el auto salió del concesionario. Segundo, que asume la responsabilidad total por sus productos, reconociendo que la relación con el cliente no termina al momento de la firma.
Este acto de asumir los costos es vital. La marca está diciendo: “Detectamos algo que podría fallar. No vamos a esperar a que suceda. Venga, nosotros lo reparamos, nosotros pagamos”. Esto es la activación de la garantía en su máxima expresión.
Es un respaldo tangible, una red de seguridad que protege la inversión y, más importante, la integridad física del conductor y sus ocupantes.

El peligro real: las marcas que guardan silencio
Ahora, contrastemos este escenario con la alternativa, una que lamentablemente es más común de lo que quisiéramos. La verdadera pesadilla para el consumidor no es el llamado a revisión; es el silencio.
Aquellas marcas que, frente a fallas recurrentes detectadas internamente o reportadas por los usuarios, deciden no hacer un llamado oficial. Deciden, por motivos financieros o de imagen, “aguantar” y manejar los problemas caso por caso, solo si el cliente se queja lo suficiente.
Cuando un fabricante opta por el silencio, transfiere toda la carga del defecto al propietario. El componente eventualmente falla. Y no falla de manera controlada en un taller; falla de repente, en medio del tráfico, en una carretera oscura o durante un viaje familiar. En ese momento, el conductor no solo enfrenta una situación de peligro inminente, sino que el problema apenas comienza.
Debe pagar una grúa. Pierde tiempo valioso de trabajo o personal. Y al llegar al taller, se enfrenta a la peor parte: tiene que pagar por la reparación de un defecto que, en origen, fue culpa del fabricante.
La marca se ahorró el costo del recall, y ese ahorro lo está pagando el cliente de su bolsillo, junto con el estrés y el riesgo. Es una traición a la confianza depositada.
Aquellas marcas que no dan la cara, que no asumen los costos de sus propios errores de diseño o manufactura, son las que realmente representan un peligro.
La madurez corporativa se mide en la transparencia
La decisión que hoy toma BYD retira autos es, por lo tanto, un signo de madurez corporativa. Es una práctica que demuestra que están jugando en las “ligas mayores” y que entienden las reglas del mercado global.
Saben que la confianza a largo plazo vale mucho más que el ahorro a corto plazo de evitar un recall. Para un consumidor que está evaluando una marca, especialmente una relativamente nueva en mercados internacionales, ver este nivel de respuesta es fundamental.
Es preferible, mil veces, comprar un auto de una marca que ha demostrado públicamente que corrige sus errores, a comprar uno de una marca que presume de perfección pero que tiene un historial oculto de clientes pagando por reparaciones que debieron ser cubiertas por la garantía.
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Así pues, la próxima vez que leamos un titular alarmante sobre un llamado a revisión, sea de BYD o de cualquier otra marca, respiremos profundo. En lugar de correr a cancelar una posible compra, deberíamos verlo como un punto a favor.
Es la prueba tangible de que, si algo sale mal, esa marca estará allí para responder. La noticia de que BYD retira autos no es una crónica de fracaso; es, en el fondo, una historia sobre construcción de confianza.

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