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Asfalto y pavimento: ¿Realmente son lo mismo?

A menudo escuchamos estas palabras utilizadas indistintamente, especialmente cuando se habla de carreteras y calles.

Luis Hernández del Arco
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A simple vista, asfalto y pavimento parecen sinónimos. Al fin y al cabo, ambos términos evocan la imagen de una superficie lisa y oscura por la que circulan coches y peatones. Sin embargo, aunque estén íntimamente relacionados, no son lo mismo. Y es que, como ocurre con tantas cosas en la vida, la clave reside en los detalles.

Para entender la diferencia, hay que imaginar la construcción de una carretera. Lo primero que se necesita es una base sólida, una estructura que soporte el peso del tráfico.

Esta base, que puede estar hecha de diversos materiales como grava, arena o cemento, es lo que llamamos pavimento. Es decir, el pavimento es el cimiento, la plataforma sobre la que se construye la carretera.

Foto: Freepik

Ahora bien, una vez que se tiene el pavimento, se necesita una capa superficial que lo proteja y facilite la circulación. Aquí es donde entra en juego el asfalto, una mezcla de agregados pétreos (grava y arena) y un ligante bituminoso, comúnmente conocido como betún. Este material, de color negro y consistencia viscosa, se aplica en caliente sobre el pavimento, formando una capa uniforme y resistente.

A groso modo, el pavimento es la estructura, mientras que el asfalto es el revestimiento. Pero, ¿por qué es importante distinguir entre ambos conceptos? Pues bien, comprender la diferencia permite apreciar la complejidad de la construcción de carreteras y la importancia de cada uno de sus componentes. No se trata solo de echar asfalto sobre la tierra y ya está, se requiere un proceso meticuloso que garantice la durabilidad y seguridad de la vía.

Por otro lado, la distinción entre asfalto y pavimento también es relevante a la hora de hablar de mantenimiento y reparación. Cuando una carretera se deteriora, no siempre es necesario sustituir todo el pavimento. A veces, basta con reparar o renovar la capa de asfalto.

Ahora bien, aunque el asfalto es el material más utilizado para revestir carreteras, no es el único. Existen otros tipos de pavimentos, como el hormigón, los adoquines o la grava, cada uno con sus propias características y aplicaciones. En sí, la elección del material dependerá de diversos factores, como el tipo de tráfico, las condiciones climáticas o el presupuesto disponible.

Foto: Freepik

En este sentido, el asfalto presenta una serie de ventajas que lo convierten en una opción popular. Por ejemplo, es un material relativamente económico, fácil de aplicar y con buenas propiedades de adherencia y flexibilidad. Aparte, su color oscuro ayuda a absorber el calor del sol, lo que reduce el riesgo de deslumbramiento y mejora la visibilidad.

Sin embargo, el asfalto también tiene sus inconvenientes. Por un lado, es susceptible a las altas temperaturas, lo que puede provocar deformaciones y grietas. Por otro lado, su producción y aplicación generan emisiones contaminantes, lo que ha llevado a la búsqueda de alternativas más sostenibles.

Finalmente, aunque a menudo se usan indistintamente, asfalto y pavimento son dos conceptos distintos que conviene diferenciar: el primero es un material de revestimiento; el segundo se refiere a la estructura de la carretera.

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