Aranceles Trump: ¿Oportunidad para la industria automotriz en México?
La cercanía a EE.UU. y una base manufacturera robusta podrían convertir los aranceles en una ventaja competitiva para el sector automotor.
En un ambiente global cargado de incertidumbre, donde las noticias sobre posibles aranceles impuestos por Estados Unidos generan titulares a menudo sombríos, emerge una perspectiva distinta, una que invita a mirar más allá del miedo inmediato.
Esta visión la comparte Mario Veraldo, CEO de MTM Logix, quien, con tres décadas de experiencia navegando las complejidades de la logística global, incluyendo años clave en Maersk para México, Centroamérica y Brasil, ofrece un análisis que replantea el panorama.
Lejos de centrarse únicamente en los efectos negativos, Veraldo sugiere que estamos presenciando el posible nacimiento de una nueva era comercial, una en la cual México tiene cartas fuertes por jugar.
Conversando sobre el tema, Veraldo plantea que la estrategia de aranceles del presidente Trump, vista frecuentemente como una mera herramienta de presión política, persigue un objetivo más profundo: establecer un nuevo orden comercial global.
Por lo tanto, su enfoque no se detiene en lamentar la turbulencia, sino en identificar las corrientes favorables dentro de ella. “¿Dónde están las oportunidades para México?”, se pregunta Veraldo, reconociendo que, aunque el enfoque general ha sido pesimista, toda situación tiene dos caras. Para él, es fundamental empezar a construir el caso de cómo el país puede beneficiarse de lo que se avecina.
El punto de partida de su análisis es contraintuitivo pero revelador
Imaginemos un escenario hipotético, platica Veraldo, donde las tarifas de importación desaparecieran por completo en todo el mundo. ¿Se beneficiaría México? La respuesta, según su estudio, es un rotundo sí.
Extendiendo esta lógica, en un mundo con aranceles recíprocos, es decir, donde las condiciones fueran parejas para todos los actores frente al mercado estadounidense, México también saldría ganando. La razón principal es un factor que a veces se subestima: la proximidad.
Veraldo explica que durante los últimos 30 años, la tendencia global fue construir cadenas de suministro cerca de los insumos, principalmente la mano de obra barata en Asia, especialmente China. Ahora, atestiguamos un movimiento de regreso: las cadenas se están reconfigurando para estar más cerca del mercado consumidor.
El mercado estadounidense sigue siendo el gigante, y estar a su lado es una ventaja estratégica crucial. Esta cercanía permite una capacidad de reacción mucho más rápida, un factor cada vez más valorado en un mundo volátil. “Si me peleo con alguien lejano, mi posibilidad de reacción es baja”, ilustra Veraldo, conectando esto con el deseo de Estados Unidos de tener sus cadenas productivas más alineadas geográficamente.
Aquí es donde México brilla con luz propia. Durante los últimos 15 años, el país ha recibido una inversión masiva en cadenas productivas, con la industria automotriz como estandarte. El grado de integración alcanzado es tal, argumenta Veraldo, que en el momento en que los coches europeos, por ejemplo, enfrenten un arancel similar al que podría aplicarse a los mexicanos (bajo el T-MEC u otros acuerdos), México ya parte con ventaja competitiva simplemente por su eficiencia y cercanía.
A esto se suma el bono demográfico: México cuenta con una población joven y una fuerza laboral capaz de crecer y adaptarse, potenciada por la adopción de más tecnología para generar eficiencias adicionales.
¿Cómo materializar esta oportunidad?
Veraldo es claro: no basta con tener las condiciones, hay que actuar estratégicamente. Identifica tres pilares fundamentales:
Integración de la cadena productiva: Es necesario un plan integral para identificar qué partes de la cadena, actualmente realizadas en otros países (incluso tan lejanos como Sudamérica o Asia), pueden traerse a México. El país ya posee capacidad instalada ociosa o adaptable en muchos casos. Veraldo menciona ejemplos concretos de componentes que viajan miles de kilómetros, se maquilan en México, van a EE.UU., regresan a México y finalmente se venden en EE.UU.; simplificar estos flujos es clave.
Optimización logística: Esto abarca dos dimensiones. Por un lado, la infraestructura física: puertos eficientes (menciona las ampliaciones en Lázaro Cárdenas y Veracruz), aeropuertos ágiles (vitales para componentes automotrices pequeños y caros), carreteras y ferrocarriles robustos para el cruce fronterizo. Estas son inversiones con visión de 20 a 30 años. Por otro lado, la infraestructura documental y de procesos: simplificar y digitalizar trámites, establecer patrones claros de transmisión de información entre empresas y gobierno. Cuanto más fácil sea mover mercancía, mayor será la ventaja competitiva.
Desarrollo del capital humano y tecnológico: El bono demográfico necesita herramientas. Es crucial entrenar a la gente: mejorar habilidades como el inglés, el entendimiento del cliente estadounidense y el manejo de nuevas tecnologías. Veraldo critica la idea de que la mano de obra barata exime de invertir en tecnología; al contrario, la tecnología puede hacer esa mano de obra mucho más eficiente y productiva, siempre que esté capacitada para usarla. La gente es el punto donde convergen la infraestructura física y la digital.
Específicamente sobre la industria automotriz mexicana, Veraldo la define como un pilar casi inamovible. Su nivel de desarrollo, capacidad instalada diversificada (desde modelos hasta ubicaciones geográficas de plantas) y la integración logística existente hacen que sea extremadamente difícil para otros países, incluso en Latinoamérica, competir en este sector específico contra México por el mercado estadounidense. “Cuando eres bueno en algo, tienes que ser world class”, afirma, y la automotriz es donde México ya tiene una base sólida para alcanzar esa excelencia global.
El inicio de una nueva era
Veraldo considera que los anuncios sobre aranceles marcarán un parteaguas histórico, el inicio de una nueva forma de entender el comercio mundial, donde el acceso al mercado estadounidense tendrá un costo de entrada explícito.
Nadie quiere pelear con su cliente principal, por lo que las naciones se adaptarán. En este nuevo tablero, México, al estar ya integrado y cercano, tiene una posición privilegiada si logra ser competitivo bajo estas nuevas reglas.
Lejos de verlo como un “miércoles negro”, Veraldo prefiere calificar el momento como uno donde hay que prepararse intensamente. Para un empresario, especialmente en logística o manufactura, el mensaje es claro: viene un rebote, ciertos segmentos van a crecer, y hay que estar listos para capitalizarlo.
Finalmente, al definir la industria automotriz mexicana, Veraldo destaca que ha aprendido a servir muy bien al mercado estadounidense, pero aún tiene potencial para consolidarse como una plataforma de producción global, aprovechando su acceso a ambos océanos y tratados comerciales. Falta quizás, reflexiona, un mayor impulso para que el propio mexicano valore y consuma más el producto hecho en casa, cerrando así un círculo virtuoso.
A todo esto, la conclusión que Veraldo deja flotando es potente: este momento de tensión global no es necesariamente el fin de una era dorada, sino potencialmente el amanecer de una nueva oportunidad para México.
Una oportunidad que, como él mismo dice, “la tenemos que agarrar”. Requiere visión, planificación y acción decidida por parte de empresas, gobierno y sociedad para convertir la incertidumbre en un catalizador de crecimiento sin precedentes. El futuro, aunque complejo, parece ofrecer a México un horizonte prometedor si sabe navegar estas aguas turbulentas.