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No siempre el espectáculo debe continuar

Ciudad de MéxicoActualizado a

Sigo sin digerir los hechos ocurridos el fin de semana en Querétaro. Y creo que son situaciones que no se deben de digerir, se tienen que resolver. Me cuesta pensar que mis últimas tres columnas han tenido que ser en torno a la violencia, pero desgraciadamente es lo que ha dominado al mundo especialmente en las últimas semanas.

Hay mucha desinformación y especulación en las redes sociales sobre las causas de lo ocurrido y las consecuencias. Sin minimizar cualquier tipo de arista, hasta no tener más datos y conocimientos, es muy importante destacar dos cosas que me parecen prioridad y que están por encima de todo.

En primer lugar la ineficacia que han demostrado las autoridades para dar respuesta y plantar cara ante un hecho como el ocurrido en el Estadio Corregidora el sábado. Si la razón son intereses, incapacidad o apatía, no sé cuál es más grave. Estamos hablando de la vida, la salud, la seguridad e integridad de personas que acudieron a un espectáculo el fin de semana; si eso no es prioridad ante cualquier otro asunto es preocupante.

La justicia tiene que actuar ante los violentos del fin de semana y van con días y días de retraso. Las redes sociales están inundadas de vídeos que revuelven las entrañas y deshacen el corazón; identificar a los culpables, no debe ser tan difícil. Es más, existen movimientos civiles tratando de capturar imágenes de la manera más nítida posible para identificar a los agresores y los responsables de hacer justicia aún no se manifiestan.

Por otro lado, las barras deben de desaparecer en nuestro país. Son un cáncer para la sociedad y el fútbol. Son el espacio perfecto para que inadaptados sociales lo usen como válvula de escape, disfrazados en colores y envueltos en banderas. No hay un solo argumento válido para que la dinámica de las barras continúe en México. No lo hay.

Hasta ahora el tema de la violencia en nuestro país no se ha atacado con la seriedad e intensidad que merece, es por eso que se llegan a tragedias como la ocurrida el sábado. No podemos confundir el animar con el provocar, festejar con agredir o pasión con delincuencia. Lo peor es que, a través de las barras, son los propios equipos quienes terminan financiando el caos y el descontrol. En el fútbol no debería existir espacio para la violencia y aquí se proporciona desde dentro de los equipos.

Basta a las barras, a los indultos, a las agresiones y a los cánticos que amenazan. Hay que devolverle el futbol a las familias; lamentablemente a algunas de ellas no volverá un integrante que decidió ir a un partido de fútbol el sábado". Y muchos de los que volvieron no serán los mismos. ¿Es justo? ¿Es lógico? ¿Es humano? Se rebasó un límite al que nunca se debió de llegar.

Muchos son los países que han tratado este tema. Prohibir la entrada a la afición del equipo visitante es solamente evadirlo, no resolverlo y ya no se puede tapar el sol con un dedo. Los antecedentes son muchos y no son menores: en 2019 se suspendió un San Luis vs. Gallos por gresca entre las barras, los episodios en Ciudad Universitaria entre Pumas y América son incontables, en 2020 la invasión a la cancha de Cruz Azul en la Liguilla en un partido ante Toluca, la inolvidable batalla campal en 2017 en el Estadio Pirata Fuente en un Veracruz vs Tigres, solo por mencionar algunos recientes. Pero parece que la solución será la misma: dejar que pasen las jornadas para ver si así se olvida. Esto tiene que parar. No se puede replicar.

Se habla de desafilar al Querétaro. ¿Prefieren desafilar un club que terminar con las barras? Eso solo habla del profundo vinculo con la delincuencia en el fútbol y que están dispuestos a pagar el precio que sea, literalmente, el que sea por mantener esta costumbre barbárica que ha cobrado vidas en México y el mundo. Y por otra parte me pregunto: ¿en caso de desafilar al Querétaro, qué va a pasar con sus jugadores, con el cuadro femenil, con las categorías juveniles, con todos los empleos que genera directa o indirectamente el club?

El fútbol es un deporte de valores, de familia. No quiero perder el gusto o, peor aún, la seguridad por ir a un estadio a ver el deporte que me apasiona. Y eso se debe de garantizar por parte de los equipos, de la Liga MX, de la Federación Mexicana de Fútbol, y de las autoridades. Mientras esto no sea así, que deje de rodar el balón, porque no siempre el espectáculo debe continuar.