OPINIÓN
Vergüenza al cubo
La semana anterior señalamos que la victoria de último minuto en el denominado Clásico Joven tan sólo había servido para maquillar algunas verdades. Entre ellas, que el funcionamiento del Cruz Azul se encontraba lejos de mostrar su mejor nivel. Pareciera que la realidad cobró factura y el cosmético se cayó en tan sólo unos días. En tan sólo una semana el entorno celeste pasó por tres vergüenzas, es decir, una vergüenza al cubo.
La primera de ellas, fue por la cantidad de oportunidades desperdiciadas para colocarse como uno de los primeros cuatro equipos de la clasificación general. Al menos en cuatro ocasiones estuvo a un triunfo de posicionarse entre los puestos que evitan la repesca y fue incapaz de manejar el resultado. Los marcadores de otros equipos se fueron combinando en favor de Cruz Azul y llegó a la última semana del calendario regular con seis puntos por disputarse, tres en casa por un partido pendiente y tres más, al contra un rival de la misma ciudad. De haber conseguido dos triunfos, muy probablemente habría terminado como segundo lugar de la tabla general. El equipo celeste fue incapaz de cosechar al menos uno de los seis puntos.
La segunda vergüenza, fue en la última fecha del torneo. Al medio tiempo, contaba con una ventaja de dos goles y mostrándose superior al equipo rival. En un lapso de 45 minutos el equipo cometió errores puntuales para que le dieran la vuelta al marcador y terminó perdiendo 4-3. El equipo de la UNAM merece reconocimiento por haber obtenido el triunfo, fueron justos vencedores. Pero, sin afán de menospreciar el esfuerzo y la entrega del conjunto universitario, no es posible que en un solo periodo recibas tres goles.
Y finalmente, la tercera vergüenza fue el comportamiento de cierto sector de la afición (no toda, desde luego) que, ante la frustración por el accionar del equipo recurran al grito homófobo que la Federación ha tratado de erradicar. Los espectadores pagan un boleto por ver un espectáculo y cuando éste no es acorde a las expectativas o simplemente es de baja calidad, es entendible que exista malestar o molestia entre los asistentes. Sin embargo, ningún resultado o accionar del equipo justifica las agresiones o el desacato a las medidas de civilidad. Regresó el grito al portero rival, el partido tuvo que ser detenido por unos momentos y finalmente, se decretó un veto para el siguiente partido.
Es increíble que a pesar de los esfuerzos de la Federación por prohibir el grito, siga habiendo un grupo de personas que continúen haciendo el grito prohibido cuando el equipo no está entregando los resultados deseados. Las reglas son muy claras, el grito está toda aquella persona que rompe las reglas y debería ser sacada del estadio.
Ahora, la escuadra dirigida por Juan Reynoso tendrá un lapso de diez días en donde deberán aprender de las derrotas y prepararse mejor para enfrentar a su rival en repechaje. Deberán mostrar una mejor versión de si mismos si quieren volver a entusiasmar a su afición.
Jorge Ruggiero
@ruggiero_53