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Mister X6vi

México

I

Era una mañana nublada en Barcelona. A Xavi Hernández lo conocí un 17 de noviembre de 2006. Y para mí, eso fue, es y será, por siempre, suficiente.

Seguramente, ese día llegué a la sala de prensa del Camp Nou con un hueco en el estómago, porque durante mi estancia en Barcelona se me olvidó hasta comer.

Estaba tan emocionado en aquella aventura como cuando te lanzas desde un precipicio sin paracaídas y tan ocupado, como consecuencia de la responsabilidad com mi trabajo, que no perdí el tiempo en una actividad tan rudimentaria como la comida. O eso creo.

Después, mi cuerpo me lo reclamaría...

Sólo recuerdo haber comprado unas galletas y un refresco de cola en alguna tienda gobernada por un malencarado indú.

Y así, seguí mi camino por aquella tierra prometida. Con una mochila en la espalda y una computadora de igual de hambrienta que yo, pero de letras…

II

Tengo fotos con la primera Champions League, conquistada a través de la inmisericorde forma de pegarle a un balón de Ronald Koeman, comprobado como mejor futbolista que entrenador blaugrana .

Aún conservo algunas postales de un paseo por el esquelético y despoblado Camp Nou, donde, en una mañana de martes, al medio día, resonaban los ecos de la memoria de un domingo aturdido, lleno de papelitos imaginarios, que todavía duermen debajo de alguna butaca.

En ese viaje, También conocí en ese viaje a Ronaldinho y entrevisté a la versión más gourmet de Rafael Márquez. Pero, insisto, no recuerdo haberme sentado a comer ninguno de esos acelerados e increibles tres o cuatro días.

Luego lo descubrí: En Barcelona te alimentas de sueños.

III

Aquel 17 de noviembre que entrevisté a Xavi, le pregunté sobre el América, rival que enfrentarían en el Mundial de Clubes; hablamos de Giovani Dos Santos, de Rafa Márquez…

Recuerdo sus ojos avispados, como explicándole cosas al viento, respondiéndolo todo desde la atención de la mirada y la facilidad de la palabra.

Porque a Xavi también hay que escucharlo. Es casi igual de importante que haberlo visto jugar con la cara levantada que lo patrullaba todo periféricamente porque aprendió a correr y pensar. Y pensar y correr. Y luego hacerlo todo al mismo tiempo...

En esa improbabilidad de un futbolista pensante, Xavi nunca agachó la cabeza: Si no vio hacia abajo porque nunca perdía, ¿por qué habría de hacerlo cuando la pelota tenía?

Valdano decía que lo más ejercitado del ‘6’ era el cuello, porque siempre lo giraba, de un lado a otro, antes de recibir el balón para darle una salida natural, como el guardia de seguridad que te deja pasar al supermercado, después de tomarte la temperatura.

Xavi platicaba con los rivales en la abstracción del tiempo mutilado. Viéndolos a la cara, desde el frenetismo de algún laberinto del medio campo del que salía montando a caballo.

Jugaba a 60 km por hora un ajedrez frontal con el rival para contarle en la cara un jaque mate filtrado entre dos defensas.

Todo lo hacía en círculos.

Sobre su propio eje.

Recibía la pelota de espaldas y la tallaba cuidadosamente para darle redondez a un punto de giro vertiginoso, mecánico, estético, útil.

Xavi era el jugador despierto. Siempre vivo. Siempre atento.

Una y otra vez. Una y mil veces.

Un tractorcito con piernas.

Un cortometraje de seis segundos repetido hasta la eternidad entendido en tres tiempos: Recibo, alzo la cara y paso el balón.

Ese era Xavi.

El jugador que hacía de una pelota de ladrillo un imperio catalán que corría detrás de sus pases.

IV

Hace seis años, Xavi Hernández se fue del Barcelona, con el gafete de capitán en el brazo y con su cuarta 'Orejona' en los aires, como estampa inequívoca de una trascendencia casi inhumana.

"Lo he pasado bien. Y encima he ganado", sintetizó, como quien tiene un día de campo y recoge manzanas en forma de 25 títulos.

Xavi no jugó más en su jardín.

Pero no fue culpa de él.

A veces, la culpa la tiene el tiempo, que comete la estupidez de transcurrir.

En este caso, ‘6’ años después, como metáfora exacta del número que llevaba en la espalda, el reloj de arena también tiene la virtud de la madurez, porque si Xavi ya dirigía en la cancha, ahora lo hará desde la banca, desde la refundación de los conceptos en tiempos de transición.

Pero ya lo había avisado él adelantándose a estos momento: “Puede negociarse todo menos el estilo”. Ahora, Mister X6vi habrá de recuperarlo, como recuperaba el balón en el medio campo…